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Tribuna
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En tiempo de tribulación, mudanza justa

En 1996 el endeudamiento de las Administraciones públicas españolas equivalía al 67,4% del PIB. Se fue reduciendo paulatinamente a lo largo de ocho años hasta quedar en el 48,7% en 2003, al tiempo que mejoraba la situación laboral y progresaba la integración de España en la UE. Tras las bombas que explosionaron en Madrid cambiando las expectativas, la mejoría financiera mantuvo su progresión por otros cuatro años, hasta lograr en 2010 quedar en el 35,1% del PIB. Desde entonces creció hasta superar el 60% en 2010 y continuar su progreso a lo largo de 2011, con los problemas añadidos del endeudamiento de las familias y de las empresas, que sitúan el problema tres veces por encima del PIB. El momento obliga a mucho más que reducir la deuda. Por una parte, hay que superar la situación crítica actual que requiere ahorrar para invertir, innovación para reducir la dependencia del exterior y exportar mayor proporción de la producción interna. Así, es preciso aumentar la calidad de los productos y la eficiencia en plazos y en costes de producción. Hay que competir en condiciones adversas y, por tanto, mejorar precios y plazos de entrega: aportar eficiencia. Por otra parte, hay que tener presente que junto con la deuda de las Administraciones públicas está la de las familias y la de las empresas, junto con las dificultades de la banca para financiar a sus clientes. Esta situación enmarca las posibilidades del momento y acota las opciones aceptables. En las bodas americanas se requiere que haya algo viejo y algo nuevo, algo prestado y algo azul. Así se suma lo probado y lo innovador, lo propio y lo externo junto con lo inédito, que puede cambiar las circunstancias. El nuevo Gobierno incorpora estos enfoques sin asumir riesgos que podrían ser peligrosos en la situación presente. De ahí que los nuevos ministros tengan una experiencia política y administrativa que aportan una sólida trayectoria ajena a veleidades y aventuras. Todos se han forjado en la confrontación política, han superado circunstancias adversas, saben lo que se puede hacer y lo que no, lo que el país necesita y sus limitaciones. Todos, incluso los más especializados, han pasado por áreas ajenas a su profesión y enseñanzas previas, lo que aporta la capacidad de entender y de sopesar varias alternativas sin perder de vista el objetivo de cada momento. Todos, pero especialmente los que repiten, saben lo que es perder las elecciones en dos días, después de una ejecutoria brillante; saben lo difícil que es conquistar y lo fácil que es perder lo ganado. Se han curtido viendo rachas de suerte de las opciones alternativas y sintiendo la impotencia de no poder cambiar orientaciones sin salida. Así, han aprendido de sí mismos y de los demás, han aceptado volver a la actividad responsable en malos momentos, lo que indica seguridad, valor y confianza en sí mismos.

¿Qué tierra hay que labrar?, ¿quiénes ayudarán? La tasa de paro es la mayor de Europa, el coste de las pensiones y las ayudas a los parados es elevado, el crédito es caro y escaso, la presión de las Administraciones elevada y, aunque la opinión pública ha demostrado con sus votos lo que desea y el principal partido de la oposición parece estar dispuesto a facilitar las cosas, lo cierto es que en las propias Administraciones Públicas hay inercias rígidas que llevan a otorgar subvenciones a actividades difícilmente comprensibles, pero que llenan páginas y páginas del BOE en plena contienda electoral llevando al derroche de parte de los escasos medios financieros disponibles. Los pocos lectores de ese medio tienen dificultades para entender esa actuación que, si bien es continuidad de los ejercicios anteriores, es aún más lamentable. La presunta tregua de los 100 primeros días ya desapareció en el primer contraste. Algunos partidos han saltado poniendo sus preferencias en primer plano. La mayoría de la oposición ha ofrecido una vaga tregua y la prensa preferiría una relación de medidas claras e inmediatas. La opinión de las finanzas internacionales fue más precisa, puesto que el coste de la financiación externa se redujo, lo que puede vincularse con la comprensión de las ofertas y con mayor confianza ­al menos inicial­ que el Gobierno pretérito. Para algunos, los cien días son siempre de igual calado, pero para los apremiados por los impagos o los acreedores pueden parecer muy largos. La sabiduría es actuar con los medios adecuados, la suerte es tenerlos a tiempo y el valor es asumir el riesgo razonable.

Joaquín Trigo Portela. Director General del Instituto de Estudios Económicos (IEE)

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