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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un presidente que lleva la batuta económica

El objetivo de Mariano Rajoy al frente del Gobierno se ha hecho patente no solo por el perfil del equipo que ha elegido, sino también por la reorganización de las carterasministeriales, cuya toma de posesión tuvo lugar ayer, y de las secretarías de Estado que las integrarán. Su propia posición en el esquema gubernativo, que incluye la presidencia de la Comisión Delegada de Asuntos Económicos, supone una novedad cargada de mucha más intención y significado de lo que puede parecer a primera vista. Con este cargo, Rajoy toma las riendas de la política económica del Ejecutivo y deja claro, por si a estas alturas hubiese dudas, que la prioridad de su presidencia y de la legislatura será la lucha contra la crisis económica. La decisión del líder popular explica que no haya optado finalmente por crear un superministerio de Economía, tal y como se esperaba tras el 20-N, sino por una separación entre las carteras de Economía, encargada a Luis de Guindos, y Hacienda y Administraciones Públicas, en manos de Cristóbal Montoro.

Será tarea del presidente coordinar y facilitar adecuadamente la acción conjunta no solo de estos últimos, sino del resto de los ministerios que integran el pulmón económico del Ejecutivo. Porque si bien no existen grandes dudas sobre la eficacia y preparación como solistas de los nuevos ministros, ahora queda por demostrar sobre el terreno su acción en equipo, un requisito que estuvo ausente en más de una ocasión en el Ejecutivo saliente. Como ministro de Economía y también de la muy importante Competitividad, Luis de Guindos recibe amplios poderes y coloca bajo su mando tres secretarías de Estado: Comercio, Apoyo a las Empresas e Investigación, Desarrollo e Innovación (I+D+i), con lo que asume buena parte de las competencias que en la última legislatura se agrupaban en Industria y en Ciencia. La decisión de desgajar Comercio de Industria va en línea con la consigna de centralizar bajo Economía el impulso a la empresa y la competitividad, esa gran asignatura pendiente, pero exigirá a la vez canales de colaboración fluidos con el ministerio de Industria de José Manuel Soria.

Al igual que de Luis de Guindos se espera como tarea clave una reforma del sector financiero para la que acredita suficiente experiencia y conocimiento técnico, de Cristóbal Montoro se aguarda una tijera afilada y grandes dosis de firmeza en materia presupuestaria, para lo que contará con otras tres secretarías de Estado: de Hacienda, de Presupuestos y Gastos y de Administraciones Públicas. Dado que la gran rémora del ajuste presupuestario se sitúa en comunidades autónomas y ayuntamientos, la agrupación de Hacienda y Administraciones Públicas bajo el mando del cordobés puede ser uno de los grandes aciertos estratégicos de Mariano Rajoy. De Montoro es conocida ya su eficacia para cuadrar cuentas y controlar gastos, algo a lo que habrá de unir el tesón a la hora de meter en cintura la indisciplina fiscal de las comunidades autónomas.

Entre los mensajes lanzados ayer en las tomas de posesión de los ministros destacó, por lo que supone de apoyo a la actividad, la afirmación de la ministra de Fomento, Ana Pastor, sobre su intención de favorecer las inversiones ¢más rentables¢ y de convertir su cartera en una de las puntas de lanza de la recuperación. A ello hay que sumar otros capítulos clave, como el impulso a la reestructuración del sector turístico, que corresponderá a Soria, y el apoyo a la internacionalización empresarial y el comercio exterior. En esta última tarea debe jugar un papel primordial nuestra red de embajadas, cuya reforma es una prioridad para potenciar lamarca España y apoyar a nuestras empresas en el exterior, como acertadamente entiende JoséManuel García- Margallo desde Exteriores. A la espera, hoy, del primer Consejo deMinistros, hay que insistir en que tan necesario como las reformas es su urgencia. El reloj ya corre para un Ejecutivo que no tiene tiempo que perder.

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