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Tribuna
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Reforma laboral para ganar productividad

La anunciada reforma laboral, pendiente ahora de un acelerado diálogo social entre la parte empresarial y sindical, debería tener el objetivo prioritario de mejorar y aumentar la productividad. Tanto las exigencias de las instituciones europeas, que reclaman cambios de nuestro mercado de trabajo en esta dirección, como la necesidad interna de lograr ganancias de la productividad en la salida de la crisis pueden facilitar los consensos sociales y políticos en el logro de este objetivo, con nuevas reglas laborales y otras reformas complementarias. La productividad puede y debe ser el centro de gravedad de la inminente reforma laboral, con avanzados pasos hacia delante en esta dirección en la contratación laboral, la negociación colectiva, el absentismo y la formación de los trabajadores, que, como ha sido anunciado, van a ser las materias objeto del cambio normativo.

En contratación laboral, el aumento de la productividad exige una apuesta decidida y clara por el contrato indefinido como eje del sistema de relaciones laborales. Ya sea a través de un contrato indefinido único, con la derogación de los contratos de obra y eventual, o ya sea mediante otras técnicas jurídicas menos directas, lo cierto es que este objetivo necesita normalizar de una vez por todas el contrato indefinido porque solo a través de esta vía contractual es posible crear las condiciones necesarias, aunque no suficientes, para mejorar la eficiencia, motivación, implicación y formación de los trabajadores. La contratación indefinida debe ir acompañada a su vez de fórmulas más flexibles de empleo a tiempo parcial, en sus distintas modalidades, porque el trabajo realmente productivo puede a veces realizarse con menos horas laborales.

Algunos cambios en las reglas de negociación colectiva pueden cooperar a mejorar la productividad. Es imprescindible crear cauces negociales adecuados para conectar salarios y productividad en los convenios y acuerdos colectivos. Ello no significa, necesariamente, otorgar una plena prioridad a las unidades convencionales de empresa, porque a veces la negociación sectorial evita competencias desleales con bajos costes salariales que no ayudan a la productividad, pero sí hay que facilitar descuelgues acordados en la empresa de salarios con esta variable.

Las nuevas reglas deben propiciar negociaciones que conecten los salarios y la productividad, desde la unidad estatal de mercado y con un papel esencial del ámbito convencional de empresa, potenciando, a su vez, las poco exploradas fórmulas de participación en beneficios de los trabajadores. Una mayor dinamización del procedimiento negocial, con nuevos plazos breves, máximos y efectivos, y sobre todo salidas claras ante los bloqueos y vetos de cualquiera de las partes, puede ayudar a que la productividad se incorpore a las negociaciones de manera ágil y prioritaria. La profundización en la buena gestión del tiempo de trabajo, dentro de equilibrios entre el poder empresarial y los acuerdos con la parte sindical, es, por su parte, esencial en este objetivo.

La lucha contra el absentismo fraudulento es muy importante si se desea ganar productividad. La reforma debe por ello eliminar los sobrecostes empresariales derivados del absentismo por contingencias comunes, mejorar el control del fraude, impedir las mejoras voluntarias de los convenios colectivos ante incapacidades temporales, facilitar las sanciones y los despidos por absentismo acumulado de baja intensidad, introducir vías alternativas, como bolsas de horas recuperables, a la tentación de utilizar las bajas médicas para finalidades personales, y tener, en fin, como principal horizonte la reducción de las horas no trabajadas en las empresas y en las Administraciones públicas.

La formación de los trabajadores es inherente a estos necesarios cambios del modelo productivo. Por ello, las reformas en este ámbito son imprescindibles, aunque tienen que ir acompañadas de cambios sustanciales en el sistema educativo y en la concepción de la protección social por desempleo y, sobre todo, de una revitalización de la inteligencia, la creatividad, el esfuerzo, el mérito y la capacidad entre los mejores valores de nuestra sociedad. La productividad no se asocia por ello a la formación con contratos de bajo salario dirigidos a jóvenes, sino con sistemas eficientes de aprendizaje y especial valoración económica de la utilidad empresarial derivada de la propia formación recibida.

En definitiva, frente a reformas anteriores, el gran reto ahora es armar una reforma profunda de las reglas laborales para ganar productividad porque en ello se juega España su competitividad y la recuperación del empleo.

Jesús Lahera Forteza. Profesor titular de Derecho del Trabajo de la Universidad Complutense

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