Ruiz-Gallardón: objetivo cumplido
Ha quemado casi todas las etapas en política, pero tras casi 30 años de carrera le llega la oportunidad de formar parte del equipo del Gobierno de España. Alberto Ruiz Gallardón (Madrid, 11 de diciembre de 1958) será el ministro de Justicia, un cargo de peso pero sin la exposición de otras carteras, más sujetas a la crítica y al desgaste. Algo que, sin duda, puede beneficiarle de cara al último escalón que le quedaría por subir: el de la presidencia.
Pero, al menos durante los próximos cuatro años, esa tarea le toca a Mariano Rajoy, que siempre había tenido a Gallardón en su agenda para formar parte de su equipo. No fue así en 2004 ni en 2008, ni a la hora de formar las listas al Congreso, tras una agria polémica con Esperanza Aguirre, ni para posteriormente estructurar la tarea de oposición, pese a que el alcalde de la capital siempre estuvo dispuesto a estar en el grupo de mayor cercanía del presidente del Partido Popular. La necesidad de consolidar todo un bastión como la alcaldía de Madrid pesó más en aquellos momentos, pero después de ocho años en el cargo, tres elecciones ganadas, y 53 años recién cumplidos, le ha llegado el momento de dar el salto a la administración estatal.
Y le llega tras años dedicados a la política madrileña. Primero, en 1983, como concejal del Ayuntamiento, para en 1987 entrar ya como diputado en la Asamblea de Madrid. Su gran oportunidad le llegaría en 1995, ganando las elecciones a la presidencia de la Comunidad de Madrid con mayoría absoluta después de doce años de gobierno socialista, encabezado por Joaquín Leguina.
Esa ha sido una de las características que siempre han acompañado a Gallardón. En todas las elecciones a las que se ha presentado, tanto en la CAM como en el Ayuntamiento, ha terminado ganando con mayoría absoluta. Así lo hizo en 1999, en su primera y última reelección como presidente de la CAM, y en 2003, 2007 y 2011 como candidato al Ayuntamiento.
Y es que siempre ha sido identificado como parte del ala más moderada del Partido Popular. De perfil dialogante, sus diferencias públicas con la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, han alimentado esa percepción en el electorado menos cercano a los populares, a la que también contribuye su mayor discreción a la hora de comparecer ante los medios. Una discreción que en ocasiones puede llegar a convertirse en opacidad. Gallardón no suele salir del discurso preestablecido.
Sin embargo, su buena valoración en la calle suele tapar algunos aspectos menos agradables de sus mandatos. Por ejemplo, el elevado volumen de deuda que arrastra el Ayuntamiento de Madrid, con 7.000 millones de euros, casi tantas como todas las capitales de provincias juntas. Una losa que ha hecho que busque nuevos ingresos, normalmente en forma de tasas. Desde que se hizo cargo de la Alcaldía en 2010, el Impuesto sobre Bienes Inmuebles (IBI) ha crecido un 200%, y lo hará en un 5,7% anual durante los próximos diez años. La tasa de basuras también suscitó todo tipo de quejas, pero al ayuntamiento le permite recaudar en torno a 170 millones anuales.
Gallardón llega, por tanto, a La Moncloa, pero de momento sólo cada viernes en los Consejos de Ministros. ¿Próximo paso?