¡Resulta que era posible otra política económica!
No pediremos responsabilidades por la situación que nos encontremos cuando tomemos el Gobierno, porque ya sabíamos lo que nos esperaba: desde ahora nos valorarán por lo que hagamos y no por lo que intentemos". Mariano Rajoy dio ayer a entender que hasta aquí ha llegado la culpabilización al Ejecutivo de Rodríguez Zapatero de la situación crítica en la que se encuentra la economía española, y sobre cuyas soluciones el equipo saliente había extendido la especie de que la suya no era solo la mejor solución, sino la única que podía aplicarse. A juzgar por los mensajes sobre las soluciones apuntadas ayer, algunas únicamente pespunteadas, es posible practicar otra política económica y aplicar velocidades bien diferentes a las reformas. Mientras que el equipo de Zapatero-Salgado ha confiado solo en el atropellado control del gasto público para pasar al país por el gálibo del déficit comprometido, ha hecho reformas nominales sin resultados aparentes y ha arrastrado los pies en materia financiera, suturando con dinero público los alarmantes problemas de solvencia bancaria que iban surgiendo, Rajoy propone tocar todos los palos de la baraja y, aunque sea poco significativo, hasta los mercados financieros lo han agradecido. Parece ser que sí hay alternativa al único pensamiento del pensamiento único, que sí es posible otra política económica.
Su aplicación acertada está por ver. Pero se ha echado ya a caminar el compromiso de dar la vuelta al traje del Estado para que no se gaste un euro dos veces en competencias duplicadas y para que la carga de la deuda y el desempleo dejen de ser las dos primeras facturas de la casa. Falta, eso sí, saber dónde dará Hacienda las dentelladas para reducir el déficit en al menos 16.500 millones, y ahí es donde veremos la cara menos amable del Rajoy presidente.
El sistema financiero tiene seis meses para valorar bien los activos, recapitalizarse, fusionarse y empezar a dar crédito, bastante menos tiempo que el que lleva consumido en dar rodeos esperando a que el Banco de España o Economía tomen decisiones, que se han limitado al cambio jurisdiccional de las cajas y a generar más dudas en el exterior de las que despejaba. Las reformas se orientarán a una rebaja de costes y precios para componer una economía competitiva, en la que los impuestos otra vez vuelven a tomar protagonismo, con incentivos al ahorro, a la inversión y a la creación de empleo.