Los riesgos del inconsciente en la toma de decisiones de inversión
Las decisiones que se toman de manera inconsciente desempeñan un papel crítico en nuestro proceso de decisiones de inversión. Desafortunadamente, no se tienen en cuenta y pasan desapercibidas a la hora de invertir en los mercados. A la vista de la cascada de burbujas financieras recientes, convendría poner atención a este tipo de conductas y su influencia directa en los mercados.
Habitualmente las decisiones que no queremos tomar, o que resultan complejas, las aparcamos en el subconsciente. Esta conducta, que realizamos de forma inconsciente, nos afecta en todas las fases del proceso inversor y en su momento más crítico: cuando tenemos que actuar. El inconsciente, sin que nos apercibamos de ello, activa nuestras emociones y nos genera impulsos incontrolables. Por ejemplo, cuando compramos un valor en Bolsa, establecemos una relación emocional, de amor-odio, que se activa inesperadamente, de forma que nuestros sentimientos cambian en función de cómo evolucione su cotización.
Igualmente, el inversor que va a invertir en un valor desea, antes de adquirirlo, que su precio no suba. Sin embargo, tan pronto como ha realizado la inversión, desea que la cotización suba rápidamente. También, el inversor tiende a mantener sus inversiones más tiempo del necesario cuando pierden valor, paralizando toda iniciativa con la esperanza de que recuperen el precio al que realizó esa inversión. El exceso de optimismo y fantasía ayudan a explicar las burbujas financieras que se crean y cómo los inversores se inclinan, irracionalmente, a invertir en activos de riesgo, llegando a jugarse todo a una carta: ganar mucho o perderlo todo.
La heurística del afecto describe cómo los inversores, inconscientemente, valoran un activo mejor que otro en base a las emociones que les produce. Algunos inversores valoran la bondad de una inversión en base al nombre o la industria de que se trate. Sin embargo, existen estudios empíricos, como los de la revista Fortune, demostrando que las acciones de las compañías más admiradas obtuvieron peores evoluciones bursátiles que los de compañías con un perfil más bajo.
Las emociones juegan un papel importante en todos los aspectos de la vida, y por supuesto en las decisiones de inversión, sean conscientes o inconscientes. No existe evidencia de que unas decisiones sean mejores que otras. En cambio, sí hay constancia de la importancia de la interrelación entre ambas tipologías. Consideremos cómo un inversor se podría beneficiar al reemplazar sus impulsos instintivos (inconscientes) por otros más meditados (conscientes). Sus decisiones repentinas se verían reemplazadas por otras meditadas e inteligentes. El objetivo sería reconocer cuándo los impulsos emocionales nos llevan a tomar decisiones equivocadas, para sustituirlos por pensamientos conscientes. Este proceso nos ayudaría en la toma de decisiones que requieran un razonamiento donde debemos integrar un análisis del entorno futuro, valorar una serie de escenarios posibles y tener la capacidad de interrelacionarlos para tomar decisiones de inversión adecuadas.
Además, los inversores pueden aprender a reconocer cuándo el inconsciente dicta los pensamientos y las acciones subsiguientes. Con esfuerzo y constancia deben aprender a identificar y mitigar estos impulsos irreflexivos. Si analizan y contrastan sus pensamientos, e identifican estas señales mentales, evitarán que deriven en decisiones abocadas al fracaso.
A partir de aquí el inversor puede reenfocar su proceso de toma de decisiones con renovada energía para decidir sus inversiones correctamente. Se trata de reducir actitudes y emociones dictadas por el subconsciente, y autodisciplinarse para ser más cuidadoso durante el proceso de reflexión y actuación. Para dominar los actos y reacciones emocionales, el inversor tiene primero que ser capaz de identificarlos desde el inconsciente.
Por otra parte, no deberíamos eliminar todas las emociones de nuestro proceso mental. La capacidad del subconsciente puede aportar atajos mentales y activarnos ante una paralización de nuestra capacidad de análisis racional en un escenario de incertidumbre inversora. Por ejemplo, un inversor que se encuentre bloqueado ante la decisión de cómo estructurar su cartera para su jubilación, podría recurrir a reglas generales, sin que estas sean 100% ortodoxas, como asignar un porcentaje de la cartera a renta fija similar a su edad, y el resto a renta variable.
Esta, sin ser la mejor solución de las posibles, sería más adecuada que otras decisiones, entre las que se incluye no hacer nada. De manera consciente o inconsciente, estos atajos le servirán para decidir de la forma más eficaz en una situación crítica.
Podemos concluir que la influencia del inconsciente puede ayudarnos a generar alternativas en el campo de las inversiones financieras, a las que si aplicamos un mayor grado de racionalidad posterior nos permitirá maximizar la toma de decisiones. Debemos destacar que las decisiones irracionales pueden ser superadas si los inversores aprendemos a identificarlas previamente en nuestro inconsciente, para poder analizarlas objetivamente.
Rodney Sullivan / Borja Durán. Director de Publicaciones Financieras de CFA Institute / Presidente de CFA Spain