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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Esperamos realismo, austeridad y valentía

El carácter dialogante desplegado en su vida política, sumado a las altas dosis de discreción de que ha hecho gala estas cuatro largas semanas como virtual presidente del Gobierno, hacen suponer en Mariano Rajoy capacidades para lidiar la grave crisis que atraviesa la economía. Una crisis multiplicada porque asuela también a los principales clientes de productos y servicios españoles. Su primer paso debe ser formar un Gobierno de estructura austera, con la eficacia como seña de identidad, valentía en su ADN y realismo en cada una de sus acciones. Un Ejecutivo al que bienvenidas sean las paridades, si se diera el caso, pero en el que preferimos las capacidades. Es momento de contar con los mejores, porque los retos son enormes, los medios escasos y la financiación del país muy cara.

Ese enfoque realista es el que debe presidir la gobernanza de España desde el primer segundo de esta décima legislatura. Y eso significa tomar decisiones y hacer reformas con valentía. España y su economía requieren un impulso de confianza, pero también de modernidad; necesitan eliminar rémoras burocráticas y desbrozar impedimentos administrativos que aherrojan la iniciativa de los ciudadanos hasta impedirles ser emprendedores.

La complejidad del escenario se acrecienta por el carácter internacional de una crisis que amenaza al euro, al propio diseño de la UE y al mismo orden económico internacional. Por ello no bastarán soluciones unilaterales ni simplistas. Y no habrá disculpas que justifiquen paños calientes para problemas graves. Los ciudadanos, con la aplastante mayoría que le han concedido, han enviado a Rajoy un mensaje resumido en dos palabras: "Haz algo". Y ese algo es que España siga en primera división. Para ello, el próximo presidente está en una situación parlamentaria envidiable -si no cae en el error del rodillo- y, en lo económico, tiene la superioridad moral que le da la ineficacia explayada por los llamados agentes sociales. Es la hora de demostrar ese cambio prometido. Ha llegado el momento de las reformas.

Rajoy no cuenta ni con los cien días de rigor. La dramática situación económica, con casi cinco millones de parados, una tasa que duplica con creces la de los socios europeos, reclama acción inmediata. Esa premura exige claridad en las prioridades. Y no hay una más urgente que la reforma financiera. Nada funcionará sin un sistema financiero activo y saludable, verdadero corazón de la economía, que bombee el crédito a las empresas y a las familias. Solo así se retomará el camino del crecimiento y solo así se volverá a crear empleo, ese gran objetivo expresado por Rajoy y la meta que con más ambición se debe plantear su Gobierno. Para ello ha de afrontar con decisión una reforma laboral que simplifique esa maraña de contratos y normas en la que germina tanta inútil improductividad y que, so pretexto de una falaz protección, cierra la puerta del mercado laboral a tantísimos jóvenes. Para reactivar la economía urge igualmente la reforma energética. Esa eternamente aplazada asignatura que debe desembocar en un mix energético claro para el futuro, que dé previsibilidad al sector y a las empresas que de él dependen, es decir, a todas. Y todo ello con un replanteamiento presupuestario imprescindible para llevar la economía española a controlar la deuda y embridar el déficit y así cumplir el objetivo del 4,4% del PIB comprometido para 2012.

A nadie se le escapa que esas cuatro reformas básicas inmediatas -financiera, laboral, energética y presupuestaria- han de ir acompañadas de mejoras sustanciales en educación, sanidad y justicia, y ello con la filosofía de no dar pasos atrás en el Estado del bienestar. También es preciso un profundo cambio en la política tributaria, basado en eficiencia, equidad, previsibilidad y simplicidad, y un tan imprescindible como inevitable ajuste del gasto público, que además elimine tantas insoportables duplicidades. El archirrepetido mensaje de Winston Churchill al Parlamento británico, al principio de la Segunda Guerra Mundial, ofrecía "sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas". Eso va a costar salir de esta crisis. Y conviene no olvidar, como suele ocurrir al recordar la cita, el esfuerzo, que como entonces, y salvando distancias históricas, tanta falta hace. Pero un esfuerzo de todos, a los que Rajoy ha empezado tendiendo la mano. Por algo Churchill completaba así su discurso: "Vayamos juntos adelante con nuestras fuerzas unidas".

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