Telefónica lleva la austeridad al Ibex
Empiezan los recortes, pero en el sector privado. No por menos esperada, la rebaja del dividendo de Telefónica deja de ser noticia. En realidad, los dividendos de Telefónica eran, también, una forma de, como se dice ahora, de vivir por encima de nuestras posibilidades. Ojo, no es que Telefónica no pudiese pagar los dividendos; ha tenido generación de caja para hacerlo hasta el momento. Pero el compromiso de aumento ad eternum encaja mal del dividendo cuando, a la vez, se cuestiona la simple existencia del euro y el mercado no presta dinero a España.
Más llamativa aún es la situación de los bancos. Con necesidades de aumentar capital y el mercado cerrado a cal y canto, se siguen pagando dividendos. Menos que hace un par de años, claro, vía reducciones de la cuantía y ese invento del scrip dividend consistente en quitar del dividendo sin que el inversor se dé cuenta. Pero, con datos de Bloomberg, Santander aún paga dos de sus cuatro dividendos en efectivo, BBVA otro tanto y también CaixaBank, Sabadell y Popular. Santander se gastó en 2010 4.100 millones en pagar al accionistas, BBVA 1.200, Popular 300. Bankia, por su parte, preveía (según el folleto de la OPV) dedicar a dividendo el 50% de los beenficios.
La propia justificación del dividendo tiene hoy poco sentido económico. El mercado duda de España, duda de cuál será su moneda el próximo año, ¿realmente pagar un par de dividendos menos al año en 2012 va a alterar esta percepción? Suena un poco raro, también, que estemos hablando de la creación de un banco malo mientras los propietarios de los bancos, sus accionistas, teóricamente responsables de los riesgos, sufren solo recortes temporales en su retribución.
Telefónica ha dado un paso hacia la austeridad, que el mercado no ha recogido mal del todo, porque pese a los desmentidos de la compañía, se daba por hecho. Quizá esa sea la mejor prueba de que obcecarse con retribuir al accionista es, simplemente, negar la realidad de este fin de 2011.
Música contra la crisis. The Supremes, Where did our love go, 1964
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