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Muy confidencial

Mucho, mucho ruido sindical

La llegada del Partido Popular al Gobierno con mayoría absoluta parlamentaria ha desestabilizado la actitud pasiva de los sindicatos con los problemas del país. Tanto la UGT como Comisiones Obreras conocían que cada mes que ha pasado desde que se inició la crisis, con avances inmisericordes del desempleo, han perdido el poco crédito que siempre han tenido en la sociedad española, y que se refleja en unos niveles de afiliación muy modestos. Pero el vuelco electoral les ha hecho entender que practicaban una política desacertada, puesto que habían pegado sus destinos a los del líder socialista Rodríguez Zapatero, y que ahora será inevitable una política laboral más flexible para las empresas y que erosionará seriamente los derechos defendidos por los sindicatos.

La primera ronda de contactos con Mariano Rajoy alertó a la ciudadanía del diferente tono con el que cada sindicato atendía las pretensiones del futuro presidente. Mientras Comisiones Obreras mostraba una posición constructiva, la de UGT era de escepticismo y distancia. Seguramente la raigambre ideológica de cada uno de los sindicatos está volviendo a influir, como en el pasado, en el comportamiento de UGT y Comisiones, y la unidad de acción que han mantenido hasta ahora las dos centrales amenaza con romperse.

El secretario general de Comisiones Obreras, que accedió al carga enarbolando una crítica feroz al pactismo de José María Fidalgo, tiene ahora una actitud más pactista que su predecesor, a juzgar por las opiniones internas de los cargos de la central. Toxo está convencido de que la sociedad y la economía precisan de un gran acuerdo con sacrificios para todos para recuperar la actividad y el empleo. Los contenidos no son lo de menos, pero Comisiones Obreras está por la labor de no dejar pasar esta posibilidad por una cuestión de responsabilidad histórica.

Otra cosa es la UGT. Autoconsiderada como parte del proyecto socialista (algo que se cuestionó seriamente al final del mandato de Nicolás Redondo), considera ahora que tiene que ser el motor verdadero de la recuperación del movimiento socialista, aunque el desalojo de la izquierda del Gobierno del país y de la gran mayoría de las comunidades autónomas ha mermado mucho también el poder efectivo de la UGT. Si vuelca sus esfuerzos en recomponer el proyecto socialista, ejercerá una función cuasi de oposición política, lo que le invalidará para los pactos con el Gobierno de Rajoy. Pero esta posición central de la UGT, no escrita pero impresa en el ADN de sus dirigentes, comienza a tener contestación interna. Larvada, pero dispuesta a exigir, como en Comisiones, un paso a favor del acuerdo que recomponga la imagen que de los sindicatos tiene la sociedad.

La actitud de Cándido Méndez es clave para el futuro y para su futuro. Pacto u oposición: seguir o no seguir.

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