Las dos opciones que maneja el Gobierno en la sombra de Rajoy para sanear el sistema financiero tienen costes bien diferentes, más por quién debe soportarlo que por su cuantía. El banco malo terminan pagándolo los contribuyentes, y puede tener un coste muy elevado para la financiación pública (en Irlanda se llevó por delante al Tesoro) si no se hace un corte exigente en la determinación de los activos que lo componen y en su valoración de adquisición. Las fusiones, por contra, diluyen el coste y, si están bien planificadas, suponen que sea el propio sistema financiero quien lo pague, al menos en su mayor parte. Mejor fusiones que banco malo.
Evidentemente si el sistema financiero paga íntegramente el coste de la reestructuración, terminará imputándolo en la clientela, tanto en una menor remuneración del ahorro, como en un encarecimiento de los créditos. Pero darle vueltas a quién terminará pagando este tipo de arreglos, como con el coste de la crisis en general, es un debate bastante güero, pues siempre termina soportándolo el último de la fila, le llamemos contribuyente, cliente o particular.
La operación de la CAM, con una limpieza de sus activos dañados para colocarla a precio cero al Sabadell es un precedente muy curioso, en el que se pone en marcha un banco malo asociado al comprador, pero con una protección contra pérdidas por diez años. Si tal cosa se hiciese con todas las entidades con problemas en sus balances, estaríamos creando pequeños bancos malos financiados por la colectividad en todos los casos, ya fuese a través del fondo de rescate, ya fuese a través del Fondo de Garantía de Depósitos, siempre que sus recursos se intensificasen.
Esta última fórmula solidarizaría las pérdidas, aunque fuese sólo entre los miembros de la comunidad financiera, que terminarían, como hemos dicho antes, traspasando el coste a la clientela del activo y del pasivo.
Con un mecanismo de fusiones el coste en vez de ser solidario, se soportaría por la entidad sana interesada en comprar la entidad dañada o zombi. Dado que en España hay, hablando a grandes rasgos y olvidándose de las cajas de tamaño pequeño, tres grandes grupos muy sanos y tres grandes grupos poco sanos, los lógico sería tres grandes fusiones o absorciones.
Está fuera de toda duda que Santander, BBVA y La Caixa son entidades sistémicas con estándares de capital bastante aceptables y posición competitiva a nivel mundial. Si llegamos a la conclusión que el negocio en Bankia-BFA, el de las cajas agrupadas en torno a Caixa Catalunya y el de las dos gallegas tiene ante si un largo periodo desértico para llegar a una situación de solvencia plena y actividad plena, ¿no sería una solcuión aceptable que cada una de ellas fuese absorbida por una de las tres entiaddes sanas?. Cada cual pagaría el coste de la absorbida, y se evitaría una concentración excesiva de activos dañados en un banco malo que puede poner en riesgo la financiación del Estado.
Una opción intermedia sería crear un banco malo con los activos muy, muy, muy malos, o muy devaluados, como el suelo (unos 30.000 millones de euros), comprados siempre a precio de mercado, y después hacer las tres operaciones de absorción indicadas.
Puede abrirse la puja.