El BCE ampara a la banca y deja los Estados a su suerte
Draghi ha sido inflexible: los Estados se deben a sí mismos y a la UE si quieren recuperar la confianza del mercado. Al BCE le toca otro papel, cuidar a la banca. Y a ello se ha dedicado. El auxilio esperado en forma de compra masiva de bonos no se materializará.
Que el banco central que le ha tocado a Europa no se parece en nada a la Fed estadounidense o al Banco de Inglaterra es una verdad que no se le escapa a nadie. Que el BCE está orgulloso de ello y no tiene intención de dar marcha atrás es algo que Mario Draghi, su recién nombrado presidente, ha dejado nítido.
Para quien creyó ver una ruptura entre el actual ocupante de la silla presidencial y su predecesor, Jean-Claude Trichet, la rueda de prensa posterior al consejo del BCE de la tarde de este jueves ha sido muy esclarecedora. Es cierto que Draghi ha rebajado con mucho las insistentes apelaciones al control de la inflación de su antecesor (solo ha citado siete veces esa palabra en su discurso oficial, todo un récord). Pero un entorno de empeoramiento radical de las previsiones de crecimiento para la eurozona, hasta el punto de que el banco central ya contempla la posibilidad de recesión para el año que viene, hace fácil abandonar ese papel y defender la rebaja de tipos.
Pese a ello, la decisión de reducir un cuarto de punto el precio del dinero no ha sido unánime dentro del consejo del BCE y Draghi incluso ha tenido que explicar que si la inflación sigue por encima del 2% se debe a la subida de impuestos indirectos y a los precios del petróleo y las materias primas, pero que caerá el año que viene por debajo de ese nivel.
De todas formas, la rebaja de tipos es algo que aleja a Draghi de Trichet; al fin y al cabo, el nuevo presidente solo está desandando el camino de subidas que emprendió su antecesor hace pocas fechas.
También se le puede conceder a Draghi más manga ancha hacia la banca. En eso, el presidente del BCE es meridiano: la política monetaria que aplica el supervisor no se está extendiendo a las capas inferiores del mercado, el préstamo sigue congelado y los beneficios de las rebajas de tipos no llegan a los ciudadanos. De ahí la decisión sin precedentes de abrir una barra libre a devolver en tres años, frente a los doce meses actuales, y con sustanciales rebajas en las garantías necesarias para ello. El objetivo no es tanto que la gran banca logre más fondos, sino que la pequeña y mediana, esa que financia a las pymes, pueda acceder a esa ventanilla. Y también que el sistema esté más tranquilo, que la liquidez que da el BCE no regrese a él de inmediato en forma de depósito.
Pero donde nada ha cambiado en el BCE es en la alergia que parece darle a todo responsable de esta institución a implicarse en la crisis de deuda que asola a Europa. Si Alemania pinchó el miércoles de un solo golpe las optimistas expectativas sobre la cumbre europea con un anticipo de fracaso, Draghi ha roto este jueves las esperanzas del mercado de deuda sobre una intervención masiva del banco central en la compra de bonos.
El BCE lo tiene claro: los tipos de interés son cosa suya y los bancos tendrán todo el amparo necesario para sobrevivir en duras circunstancias. Pero los Estados no son su responsabilidad.
Los pilares de la recuperación son tres, ha dicho Draghi: medidas nacionales para reactivar el crecimiento y el empleo; reglas europeas que limiten ex ante y claramente el déficit y la deuda para que se restablezca la confianza, y mecanismos de estabilización. "Sabemos que es en este último punto donde toda la atención está puesta, pero lo importante está en los otros dos", ha dicho Draghi.
Pero por muy importante que sean, el BCE se lava las manos. Son los Estados, con medidas internas, y la UE, con la reforma de los tratados, los que tienen que coger el carro de la estabilización a base de recuperar la confianza. Si el mercado de deuda sufre, si la crisis soberana pone a países al borde de la intervención, es la disciplina fiscal la que les hará recuperar la senda. El BCE no puede y no va rescatar las primas de riesgo con compras masivas de deuda; sus estatutos se lo impiden y no parece que eso le importe. El supervisor, mientras, seguirá cuidado de la banca.