Le llamaremos
Puede que Michael Woodford no se ajuste a la perfección para dirigir a Olympus. Dos meses después de ser despedido por denunciar un escándalo contable, el ex presidente ejecutivo quiere volver al mando. Woodford conoce bien el grupo japonés, pero su breve mandato le convierte en una elección difícil. Los accionistas de Olympus deberían considerar otros candidatos.
Woodford está reuniendo a un grupo de inversores y banqueros para desalojar a la junta de Olympus. El truco está en juntar a los accionistas que han tenido al menos un 3% de las acciones en los últimos seis meses y que pueden obligar a convocar una asamblea general extraordinaria. Algunos de los mayores accionistas -como Southeastern Asset Management- no pueden, ya que mantienen gran parte de sus participaciones a nombre de sus clientes. Está claro que la junta debería irse -no logró detectar el fraude y después se deshizo del único director valiente para protestar una vez que salió a la luz-. No hay duda de que Woodford conoce el terreno: 30 años en Olympus le han dado una visión particular de los entresijos del negocio, los productos y los competidores. Pero Woodford duró solo seis meses como CEO. La empresa reportó una pérdida de 2.150 millones de yenes en el primer trimestre de su mandato. A pesar de que aumentó los beneficios de la división norteamericana gracias a un recorte de empleos, no está claro si tendría estómago para hacer lo mismo en Japón, donde los despidos siguen siendo vistos como una traición. Recontratar a Woodford podría también ser hacerle demasiado poderoso: sería imposible para el consejo expulsarlo de nuevo.
Woodford podría no tener la perspectiva necesaria de los que están fuera de la empresa para su reforma. Y continuarán las dudas sobre por qué la antigua junta estaba segura de que no se iba a descubrir su secreto. A pesar de Woodford puede llegar a ser el mejor candidato, los accionistas deberían compararle primero con otros.