El BCE y los países periféricos ganan el pulso a Alemania en el fondo de rescate
La batalla en el seno de la UE continúa, el último debate es sobre el fondo de rescate europeo a partir de 2013. El BCE y todos los países periféricos están a favor de eliminar la participación forzosa del sector privado en caso de impago de la deuda pública. Es un punto clave para España.
Pocas veces un paseo al borde del mar hizo tanto daño como el de Angela Merkel y Nicolas Sarkozy en la ciudad normanda de Deauville. Aquel 18 de octubre de 2010, la canciller alemana y el presidente francés pactaron la creación de un fondo de rescate permanente para la zona euro (el MEDE o Mecanismo Europeo de Estabilidad). París conseguía así su objetivo. Pero Berlín envenenó la propuesta al supeditar su visto bueno a la inclusión de las llamadas cláusulas de acción colectiva (CAC) en las futuras emisiones de deuda (a partir de 2013). Esas cláusulas, creadas originalmente para los países emergentes, alertan a los inversores del riesgo de impago y de la imposibilidad de vetar, llegado el caso, una reestructuración de la deuda.
Su efecto disuasorio, mucho más potente que las siniestras etiquetas de los paquetes de tabaco, empezó a sentirse de manera inmediata en los mercados de deuda y ha sido uno de los principales factores de desestabilización de los últimos meses. Hasta el punto, de que poco después de la cita de Deauville los ministros de Economía de los cinco mayores países de la UE (Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y Francia) tuvieron que emitir un comunicado desde Seúl para intentar apaciguar los ánimos de los acreedores.
Fuentes consultadas por Reuters revelan hoy la ofensiva de Paris, Roma y Madrid para acabar de manera definitiva con las temidas cláusulas. Berlín podría renunciar a su inserción como contrapartida para una reforma del Tratado de la UE que imponga una férrea disciplina sobre el conjunto de la zona euro, con sanciones automáticas (pecuniarias y políticas) para los países que no controlen su déficit. Si la ofensiva resulta victoriosa, España y el resto de países periféricos se librará de un estigma que hubiera convertido su deuda en un material alarmantemente (e injustificadamente) peligroso para la salud financiera de los inversores.