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Bonos azules, rojos y estúpidos

Hasta ahora teníamos bonos del Estado, bonos del Tesoro, bonos convertibles, bonos cupón cero, bonos basura... Desde hoy, gracias a la Comisión Europea, también tenemos bonos estúpidos.

La novedad surge del Libro Verde de la CE sobre la posible mutualización de la deuda europea, un tímido intento de José Manuel Barroso por contentar a un Parlamento Europeo que desde hace meses viene reclamando la emisión de eurobonos. El documento ni siquiera se atreve a llamar así a los futuros títulos por temor a la reacción de Berlín y pretende acuñar como alternativa el término "stability bonds" (bonos de estabilidad). Pero de las tres opciones que ofrece para llevarlos a cabo, dos no solucionarían prácticamente nada y la otra resulta inviable a medio plazo.

La primera posibilidad, que se puede poner en marcha de manera casi inmediata, serían unos bonos que podríamos calificar de estúpidos o zombies. Estos bonos negros consistirían en agrupar la emisión de deuda de varios países, pero sin garantizar su cobro de manera conjunta. Es decir, si Italia no pagara su parte, el inversor no podría reclamar al resto de socios. Además, la CE reconoce que la emisión probablemente recibiría el rating más bajo de los países participantes. Si excluimos a los tres países intervenidos (Grecia, Irlanda y Portugal), el nuevo bono tendría el rating de Chipre (BBB-, según Standard & Poors) o de España y Eslovenia (AA-). Para colmo, es probable que la emisión tuviese que ir acompañada de garantías y colaterales adicionales para que el mercado pudiera fiarse. Y por último, el nuevo bono no satisfaría completamente las necesidades de financiación y cada país tendría que seguir haciendo sus propias emisiones o bonos rojos.

La opción ideal, aunque la CE no se atreve a reconocerlo, sería la emisión de bonos azules, con una garantía conjunta e inseparable de las emisiones. Es decir, todos los participantes cubrirían el posible impago de alguno de los participantes. Es muy probable que ese tipo de bonos acabe existiendo y sustituyendo las emisiones nacionales actuales, lo que crearía un mercado de eurobonos tan líquido como el de EE UU. (La deuda de la zona euro supone ahora 7,8 billones y la de EE UU, 10,2 billones). Pero estos bonos azules requieren un cambio del Tratado de la UE y, sobre todo, que socios como Alemania, Holanda o Finlandia acepten emitir su deuda junto a países como Italia, Chipre o Eslovaquia. Si se restringe el acceso a ese eurobono azul, como pretende la CE, al final solo podrían participar los países con mejor calificación, de modo que tampoco valdría para solucionar las dificultades actuales. Para que sea útil deberá cubrir a todos los países. Llegará, pero dentro de bastante tiempo.

Por último, Bruselas plantea una posibilidad intermedia: bonos azules (de emisión conjunta) y rojos (de emisión nacional). Los primeros cubrirían una parte de las necesidades de financiación de los socios del euro. El resto deberían buscárselo por su cuenta. El problema, según muchos analistas, es que esa emisión nacional solo se podría colocar a intereses altísimos, lo que obligaría a buena parte de la zona euro a pedir ayuda internacional. Si el 60% de la deuda se cubriera con bonos azules, un país como Italia todavía se quedaría con más de 730.000 millones de deuda a cubrir con bonos rojos casi imposibles de colocar. La deuda nacional, además, quedaría estigmatizada.

De modo que, por una vez, Angela Merkel podría tener razón. Los eurobonos, de momento, no son la solución. La solución, según el consenso de los analistas, sigue pasando por el BCE. Pero Merkel tampoco quiere ni oír hablar de eso.

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