Una intervención nada rutinaria
El Banco de España debió intervenir y nacionalizar el Banco de Valencia hace unas cuantas semanas, seguramente unos cuantos meses, justo en el momento en que tuvo conocimiento de sus necesidades de capital y de las dificultades para recomponerlo. Pero como en las intervenciones de otras entidades en el pasado, el supervisor ha dejado quemar etapas amparado en la legalidad más estricta, y seguramente lo ha hecho demasiado tarde. En el caso de Banco de Valencia, en cuyo accionariado tiene una participación notable Bankia, ha esperado al primer día de la era Rajoy, aunque aún no sea presidente del Gobierno, para no interferir en el proceso electoral.
Pero esta iniciativa del supervisor, que supone una inyección de capital de 1.000 millones de euros y una línea de liquidez de 2.000 millones de euros adicionales, no es nada rutinaria por la imagen que proyecta sobre el sistema financiero español justo cuando la prima de riesgo sigue anclada en los máximos de la historia del euro. Los temores que anidan en los acreedores de España tienen más que ver con la situación real de los balances de la banca que con la deuda soberana, pese a que esta sea el flanco más atacado. Por ello esta intervención puede contribuir más a deteriorar tal imagen que a protegerla, pese a que solo suponga el 0,74% del sistema.