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Columna
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Más influencia para el FMI

La súbita partida del principal negociador del FMI en Europa, Antonio Borges, es vergonzosa. Solo ha estado 12 meses en el puesto y ha metido la pata gravemente al insinuar que el FMI podría acaparar bonos de los Estados europeos en problemas. A medida que la crisis del euro empeora, el Fondo ha sido prudente al designar un veterano que no está contaminado por estos líos.

Pero nadie quiere perder a un general en el fragor de la batalla. Y el director del FMI para Europa se ha ido convertido en un miembro clave a medida que la crisis ha empeorado.

Se vaya o no Borges por motivos personales, como asegura el FMI, su salida es una bendición. El exdirector de gestión de Goldman Sachs y banquero central de Portugal tuvo un mandato desigual. El pasado mes, se puso a sí mismo con el agua hasta el cuello diciendo a los periodistas que el FMI podía ayudar a las economías europeas en problemas con compras de deuda pública. Esto habría supuesto un cambio radical en el FMI, que en los 60 años de su historia solo ha prestado directamente a los Estados. Se vio obligado a dar marcha atrás solo unas horas después. Esto es exactamente lo que el FMI no puede permitirse. Por suerte, el sustituto de Borges, Reza Moghadam, parece una baza segura, con más experiencia y autoridad. El veterano de 20 años de experiencia en el FMI es el actual jefe de estrategia del organismo. Y como se hará cargo inmediatamente, no habrá una pausa incómoda.

Por supuesto, el poder del jefe del FMI en Europa es limitado. Al igual que muchos diplomáticos, el puesto tiene una capacidad limitada para apartarse de la línea fijada por la junta directiva y la directora gerente, Christine Lagarde. Pero el FMI juega un papel protagonista en la situación europea. El que ocupe el puesto tiene que ganarse el respeto de todas las partes posibles. Moghadam comienza con un borrón y cuenta nueva. Lagarde no puede permitirse más errores.

Por Christopher Swann.

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