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Mario Monti

SuperMario, al rescate de Italia

Se ganó el apodo con una histórica multa a Microsoft siendo comisario europeo de Competencia. Serio y discreto, tiene en sus manos el futuro de Italia y, por extensión, del euro

SuperMario, al rescate de Italia
SuperMario, al rescate de ItaliaCINCO DÍAS

Ha sido la imagen de la semana: Silvio Berlusconi entrega una campana a un sonriente Mario Monti, el hombre que a partir de ahora asume el reto de sacar a Italia de la crisis. Monti, economista de prestigio, debe mucho a Berlusconi, que en 1994 le propuso como comisario europeo. Pero ahí acaban sus puntos en común. A Berlusconi le apodan Il Cavaliere porque en 1977 se le concedió la Ordine al merito del lavoro, que conlleva el tratamiento de caballero. Mario Monti, lombardo, de 68 años, tiene maneras aristocráticas, es sobrio y discreto. Un auténtico gentleman, coinciden los que han tratado a este tecnócrata católico, firme europeísta.

Un cambio radical en Roma. El pasado miércoles, el ex comisario europeo aceptaba el cargo de presidente del Consejo de Ministros ante el presidente de la República, Giorgio Napolitano. Un equipo de nueve hombres y tres mujeres. Básicamente, economistas, profesores y juristas. Ningún político. Dos hombres con superpoderes. El propio Monti, que se reserva la cartera de Economía, y Corrado Passera, exconsejero del banco Intesa Sanpaolo, al frente de un potente Ministerio de Desarrollo Económico y de Infraestructuras y Transportes. Así deja claro Monti que las iniciativas coordinadas para el crecimiento económico y el desarrollo van de la mano.

Con estos expertos quiere llegar al final de la legislatura en 2013. La UE ve señales alentadoras; los mercados, no tanto. La presión continúa, con la prima de riesgo en 467 puntos y las tasas de interés de los títulos bordeando el 7%. La deuda de Italia alcanza el 120% del PIB, la misma que hace 20 años, y Monti quiere convencer a los inversores de que su Gobierno de tecnócratas puede reducirla. El futuro del euro dependerá de lo que Italia haga en las dos próximas semanas.

Respondió a los varapalos judiciales con una drástica reforma del departamento de Competencia, uno de los más poderosos de la CE

Otro Mario, Draghi, presidente del Banco Central Europeo y exbanquero de Goldman Sachs como el jefe del Ejecutivo italiano, es apodado ahora como SuperMario, pero el original fue él. El Monti influyente y respetado se forjó en la Comisión Europea, donde pasó una década como comisario, primero con el luxemburgués Jacques Santer y luego con su compatriota Romano Prodi. En Mercado Interior y Servicios libró su batalla más famosa contra las tiendas libres de impuestos (los famosos duty free) en los aeropuertos comunitarios. Soportó fuertes presiones, como él mismo reveló en un discurso pronunciado en Berlín en 2001 con motivo de la entrega del Premio Wolfram Engels. El sector llegó a invocar la pérdida de cientos de miles de puestos de trabajo, pero a Monti no le tembló el pulso y suprimió una excepción fiscal que a su juicio no tenía ningún sentido en un mercado único como el europeo.

Tampoco se dejó doblegar en 2004, cuando como comisario de Competencia impuso una multa de 497 millones de euros a Microsoft por haber violado la leyes antimonopolio. Era la sanción más elevada jamás impuesta por Bruselas a una empresa. Y no fue fácil. Dentro y fuera de la Comisión se alzaron voces favorables a la compañía de Bill Gates y partidarias de que Bruselas aceptase las prácticas comerciales de una de las empresas más poderosas del planeta en aquel momento. "Si la decisión se llegó a aprobar fue por él", confiesa Cecilio Madero, verdadero artífice de la investigación contra la multinacional estadounidense. Pocas personas han tenido tanta influencia en la carrera de Monti como este funcionario español, de cuyo expediente sobre Microsoft llegó a pender gran parte de la credibilidad del comisario. Ambos salieron vencedores.

Madero, ascendido ahora a subdirector general del departamento de Competencia, describe a su antiguo comisario como una persona "rígida pero ecuánime, formal pero atenta al lado humano". Sus colaboradores más estrechos recuerdan que Monti nunca se apeaba del trato de usted, en una señal más de profesionalidad que de distanciamiento. "La primera vez que nos vimos cuando ya no era comisario me dijo: espero que no te importe llamarme Mario", recuerda Madero.

El Tribunal de Luxemburgo acabó ratificando la sanción contra Microsoft, una histórica victoria que reivindicó definitivamente la labor de Monti al frente de Competencia. Su credibilidad se había tambaleado cuando ese mismo tribunal anuló importantes decisiones, como la prohibición de varias fusiones (Schneider-Legran, TetraLaval-Sidel). Aquellos batacazos se atribuyeron a su exceso de confianza en uno de los departamentos más poderosos de la Comisión. Pero los varapalos judiciales permitieron también descubrir la capacidad de reacción y gestión del antiguo rector. Su respuesta tajante, en forma de drástica reforma del departamento, anticipa lo que deberá llevar a cabo en una Roma muchísimo más complicada que Bruselas.

Monti fue un alumno aventajado en la escuela secundaria de León XIII, de los jesuitas. En los años sesenta viajó por la URSS y EE UU, porque el padre, director de banco e hijo de emigrantes milaneses en Argentina, quiso que Monti y su hermana se hicieran una idea personal de las dos potencias, recordaba el profesor en una entrevista. Estudió en la prestigiosa Universidad Bocconi -hoy es presidente de la institución académica- y en Yale, donde tuvo como profesor al premio Nobel James Tobin.

Presidente honorario del centro de estudios Brueghel, que lanzó en 2005, estuvo en nómina de Goldman Sachs, pero a diferencia de otros, se cuidó de no ser más que asesor, lo que le permitió mantener mayor independencia que los ejecutivos del banco. Es autor de medio centenar de libros y ensayos y aún le queda tiempo para su discreta familia: su mujer, Elsa Antonioli, voluntaria de la Cruz Roja italiana con la que lleva casado más de 40 años, y sus dos hijos. El matrimonio no tiene interés en las apariciones públicas, excepto cuando acuden cada año a la prima de La Scala de Milán. Una de ópera y otra de fútbol, porque Monti es hincha del AC Milan, el club de fútbol de Berlusconi. Puede que el último punto en común con Il Cavaliere.

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