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Tribuna

Encauzar una fiesta demasiado larga

Que el sector inmobiliario español se encuentra al borde de la quiebra técnica creo que es una consideración que, a día de hoy, no escapa a casi nadie. El problema es que las consecuencias de esta situación exceden su propio ámbito y afectan de lleno al conjunto de la economía española, a través de la elevada exposición del sector financiero al ladrillo, hasta tal punto que esta se ha convertido en el principal problema económico y la causa fundamental por la que los mercados internacionales ponen en duda nuestra capacidad de devolución de deuda.

Hemos llegado hasta aquí por la suma de muchos factores, pero no parece de recibo que el órgano regulador y las distintas autoridades económicas hayan consentido que las entidades financieras prestasen 325.000 millones de euros a los promotores, lo que equivale al 55% de la deuda pública de la Administración central. Para colmo, una parte muy importante de ese dinero ha sido destinado a actividades no productivas, como la adquisición de suelo urbanizable y no urbanizable, que a día de hoy constituyen los activos más tóxicos de las carteras inmobiliarias.

Desde el estallido de la crisis no se ha avanzado en una solución concreta de la sobreexposición de la banca al sector inmobiliario y se ha empleado la política de patada a seguir, esperando la llegada de buenos tiempos, pero esos buenos tiempos no han llegado ni llegarán mientras subsista este problema, por lo que se hace absolutamente esencial que se aborde como prioritario. La resolución del mismo es condición necesaria, aunque no suficiente, para la reactivación del sector y del conjunto de la economía.

Otra de las cuestiones en las que hay que incidir es en la salida del stock de viviendas sin vender. Para conseguir esto, desde el lado de la demanda solamente queda la posibilidad de aplicar políticas tributarias de estímulo. A tal fin, creo importante que se vuelva a implantar la desgravación para la compra de primera vivienda, también es momento de establecer desgravaciones a la adquisición de vivienda no habitual que se ponga en alquiler e incentivar fiscalmente las segundas residencias, ya que estas constituyen una parte muy importante del excedente.

El desequilibrio entre oferta y demanda es tan grande que no considero que estas políticas contribuyan a frenar de manera sustancial el proceso de bajada de precios que continuará, al menos, durante el próximo año. Desde el lado de la oferta, las necesidades de liquidez de la banca y las políticas de provisiones y de depreciación de activos inmobiliarios impuestas por el Banco de España marcarán la evolución en la cantidad y el precio de las viviendas puestas en venta.

Asimismo, a día de hoy es tremendamente complicado iniciar una promoción inmobiliaria por la falta de financiación; dicha situación está provocando que el ajuste que estamos sufriendo sea todavía más severo. Para evitar un mayor impacto en la actividad y en el empleo, hay que impedir que existan restricciones financieras que imposibiliten la financiación de nuevos proyectos que por su localización, precio y grado de comercialización sean viables.

No obstante, no nos podemos engañar, para la puesta en marcha de estas medidas son necesarios recursos públicos y la implementación adecuada de las mismas dará lugar a que se produzca una recuperación más pronta del sector, pero ello no supondrá una solución inmediata de los problemas que le afectan, ni mucho menos.

Hemos de ser conscientes de que después de las fiestas vienen los grandes dolores de cabeza y no debemos olvidar que, además de no existir pócimas mágicas, nuestra fiesta ha sido demasiado larga.

Julio gil Iglesias. Economista y abogado, socio director de Horizone

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