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Tribuna
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Apostar contra el euro

El recrudecimiento de la crisis de la eurozona se debe fundamentalmente al estancamiento que padece Italia. Es incuestionable que el país transalpino, socio fundador de la Comunidad Económica Europea y de la eurozona, debe acometer profundas reformas estructurales para dinamizar su moribunda economía. Ha sufrido cuatro recesiones durante la última década. Su PIB per cápita disminuyó ligeramente en el periodo 2001-10, situándose en el lugar 167 de 179 países estudiados y por debajo del incremento de 1,5% registrado por los miembros de la OCDE. Su actual volumen total de deuda, 1,8 billones de euros, es el cuarto mayor del mundo, y equivale al 120% del PIB italiano. Durante el próximo año, Italia necesitará captar 300.000 millones de euros en los mercados para refinanciar su deuda. El Gobierno del primer ministro Silvio Berlusconi ha sido incapaz de actuar con medidas contundentes para superar este sombrío panorama. Es, pues, lógico que los inversores estén exigiendo un interés superior al 7% para comprar bonos italianos a 10 años y la prima de riesgo de dichos bonos respecto a los alemanes haya alcanzado un récord.

Muchos analistas e inversores han dictado ya su sentencia definitiva: la tercera economía de la eurozona es demasiado grande para ser rescatada y sufrirá la misma suerte que Grecia, Irlanda y Portugal. Es incuestionable que el próximo Gobierno italiano necesita adoptar urgentemente medidas adicionales de austeridad y de liberalización de su economía. Pero es asimismo prematuro condenar a Italia a sufrir la misma suerte que Grecia, Irlanda y Portugal.

En primer lugar, a diferencia de los países rescatados, la mayor parte de la deuda italiana está en manos nacionales. La deuda extranjera neta italiana (que suma las deudas de sus Administraciones públicas, empresas y familias) se situó en 2010 en un 24% del PIB, sustancialmente por debajo de la registrada en España (90%), Grecia (96%) y Portugal (107%). El nuevo ejecutivo que tome las riendas en Roma debe reformar el sistema fiscal y de pensiones, luchar contra la economía sumergida, aumentar la competencia en diversos sectores de la economía italiana, liberalizar el mercado laboral y conseguir elevar la tasa de participación laboral de las mujeres. Si emprende el camino de las reformas estructurales y mantiene la austeridad, Italia puede estabilizar el nivel de su deuda porque su déficit presupuestario (4%) es inferior al promedio de la eurozona. Con apoyos puntuales del Banco Central Europeo (BCE) y teniendo en cuenta el volumen del mercado de bonos italiano, Italia debería ser capaz de continuar accediendo a los mercados de crédito privados.

Si los inversores exigen intereses insostenibles y el nuevo Gobierno tecnócrata no endereza la situación, un rescate parcial de Italia tampoco debería provocar el hundimiento de la eurozona. En 1976, Reino Unido recurrió a un préstamo del Fondo Monetario Internacional, cuya misión es precisamente aportar recursos a países solventes con dificultades de liquidez. Aunque complicado y oneroso, sería posible elaborar un programa de financiación conjunta del FMI y de la UE para Italia condicionado a reformas estructurales y a una estrecha supervisión de sus cuentas públicas.

La creación de la eurozona y tipos de interés históricamente reducidos permitió a varios países endeudarse excesivamente y camuflar así su baja competitividad. Los mercados, analistas y la prensa especializada aciertan al diagnosticar que dicha situación era insostenible. Pero algunos -especialmente en el mundo anglosajón- han decidido apostar por el fracaso de la eurozona. Los mismos que correctamente han criticado la ineficacia de las rondas de adquisición de bonos por parte de la Reserva Federal en EE UU exigen diariamente que el BCE adopte la misma política. El BCE ya realiza compras de bonos italianos y españoles y facilita préstamos en condiciones favorables a sus bancos. Una mayor intervención minaría su independencia y proporcionaría una liquidez de dudosa utilidad que fomentaría aún más especulación. En las últimas semanas ha quebrado MF Global, un banco de inversión estadounidense con exposición a deuda italiana, mientras que otro, Jefferies, ha sufrido un batacazo en Bolsa a pesar de apostar contra la deuda italiana. Es imprescindible que el G-20 acuerde una restricción en la especulación con deuda soberana.

Alemania y Francia trabajan en el diseño de un núcleo duro de la eurozona que profundizaría en la integración económica. Incluiría a los países con cuentas saneadas dispuestos a armonizar su fiscalidad y política presupuestaria. Obligaría a los actuales Estados miembros a elegir entre el mercado común propugnado por Reino Unido y una verdadera unión económica y política. Después de la lenta reacción de parte de la clase política ante la crisis, la pregunta es si los mercados pueden digerir ahora tantos planes simultáneos.

Alexandre Muns. Profesor de Integración Europea e Instituciones Económicas Internacionales. ESCI, Universidad Pompeu Fabra

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