¿Qué clase de futuro quiere ETA?
La banda terrorista acaba de anunciar el cese de su actividad armada. Todo sigue el guion. La conferencia del lunes pasado en San Sebastián, la involucración directa de quienes allí estuvieron y la espera tanto del presidente del Gobierno como el líder de la oposición en no hacer declaraciones hasta tanto en cuanto la banda no hiciese este anuncio hacen suponer que todo esto se esperaba.
Ha llegado, tarde, demasiado tarde, con centenares de víctimas inocentes asesinadas por una locura irredentista e irracional. No han anunciado su disolución ni tampoco qué harán a partir de ahora, si tutelarán o no los tiempos políticos de todo lo que a partir de ahora pueda acontecer. Apelan a un nuevo tiempo político y se creen padres de ese tiempo en pro de una solución justa y democrática que acabe con lo que ellos llaman secular conflicto. Ni secular ni conflicto, salvo para la imaginación de un desbocado nacionalismo que ha tergiversado la historia.
Frente a la violencia y la represión, arguyen los etarras, se abre un nuevo espacio donde el diálogo y el acuerdo alumbrarán un nuevo ciclo. Pero qué diálogo y hasta dónde, qué acuerdo. ¿Cuál es el precio que la banda quiere poner a este cese de la violencia asesina? Porque no olvidemos el término violencia asesina, conviene nunca olvidarlo, ni tampoco a las víctimas inocentes. Ellos rinden su homenaje a los etarras muertos directamente en confrontación con las Fuerzas de Seguridad del Estado y los muertos manipulando explosivos. No ha habido nunca una guerra. No caigamos en su trampa. Aunque cause vergüenza y sonrojo la miseria de los GAL.
Prudencia, cautela y esperanza. Esa es la sensación que muchos sentimos en este momento. Prudencia ante un futuro en paz y libertad. Es posible, pero sin concesiones, por mucho que indirectamente llegarán estas concesiones. Si todo esto acaba, que nadie descarte a medio plazo una amnistía. Lo veremos. Ya lo vimos en el 77.
Cautela, la banda terrorista y asesina no suele mentir. Cesa en su violencia armada, cesa en sus asesinatos y secuestros, chantajes y extorsiones. Pero no cesan ni disuelven la organización terrorista. Esperarán en función de los acontecimientos, presionarán y no cederán todo el protagonismo a su brazo político, nunca autónomo y siempre presente y activo en el mundo abertzale.
¿De qué imposición está hablando ETA? ¿Acaso no han querido ellos imponer su peculiar dictadura de terror y socialización del sufrimiento? ETA se rinde ante su debilidad, ante su desazón e impotencia. No han ganado nada más que el desprecio y la soledad asesina. No deben erigirse en tuteladores de nada ni buscar resoluciones a un diálogo que supere el marco actual. No hay nada que negociar. Nada que dialogar. No nos engañemos ni tampoco dejemos que nos engañen. No puede haber una paz sin vencedores ni vencidos. ETA ha perdido esta locura y vesania que ha asesinado a más de 800 seres humanos, que ha destrozado miles de familias y sembrado la indiferencia y el recelo, el odio y el silencio en una parte de la sociedad vasca. Ese es su triunfo.
La paz no puede tener precio ni cobrarse tributos. La paz no necesita de homenajes a los asesinos. Pero la paz sí es capaz de ofrecer perdón y de perdonar la mano asesina. El tiempo lo dirá. ETA solo debe escribir un futuro, a saber, disolverse y dejar que la sociedad vasca y los partidos políticos escriban su futuro en un marco de tolerancia, respeto, libertad y dignidad.
Caídas las pistolas, detenida la ira y el odio, aprovechemos esta oportunidad definitiva para la paz. Una paz que nace por la derrota de los violentos, por la fortaleza moral de una sociedad democrática que ha soportado estoicamente el dolor y el terror, la templanza en su acción y la prudencia. Es el triunfo de las víctimas, de las familias cuyo recuerdo hoy debe estar más presente que nunca. Es el triunfo del Estado de Derecho, de las Fuerzas de Seguridad del Estado, de los jueces y fiscales, de los medios de comunicación y periodistas que han sido amordazados y silenciados, de una sociedad viva y que un día se revolvió contra los violentos, allá en Ermua dijo basta hace 14 años. Murieron decenas de inocentes más desde aquel julio de 1997, pero ETA entró en su fase sin retorno.
Seremos grandes en la victoria, pero la paz no tiene otro precio más que la libertad.
Abel Veiga Cobo. Profesor de Derecho Mercantil de la Universidad de Comillas