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Tribuna
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La hora de la emoción, el recuerdo y la esperanza

Son muchos los sentimientos que se me agolparon el jueves cuando por fin se dio a conocer el comunicado de ETA anunciando el "cese definitivo de la actividad armada", cese en realidad del horror, de la ignominia, del fanatismo, de la crueldad extrema de un terrorismo sin lugar y sin sentido.

El primer sentimiento, el de la emoción. Emoción porque había llegado por fin aquello que tan largamente ansiábamos, por tantos desvelos, tanta resistencia, tanto duelo. Emoción contenida por tener también muy presentes otras expectativas y esperanzas truncadas, por la sensación de irrealidad de una pesadilla trastocada ahora en esperado sueño.

Sentimiento también, y el más fuerte y conmovido, el de la necesidad del recuerdo. Recuerdo y homenaje para quienes no podrán disfrutar de este momento porque su vida, sus ilusiones, su futuro les fueron vilmente arrebatados simplemente porque alguien consideró que tenía derecho a hacerlo. Sentimiento para con sus familias que hoy se preguntarán todavía por qué y para qué. Sentimiento para todos los que sufrieron un atentando, para los amenazados, los secuestrados, los extorsionados, los que de alguna manera han visto mermada su libertad y su tranquilidad durante tantos años sufriendo en carne propia el dolor, la locura, la indignidad de tanto despropósito. Sentimiento para todas y cada una de las víctimas.

El recuerdo más especial de todos los que me vinieron a borbotones, sin duda, para los empresarios de este país. Víctimas desde siempre, víctimas como tantas otras y, sin embargo, ejemplo de coraje, de entrega y de compromiso que con su meritorio esfuerzo por construir y avanzar, por sacar adelante su proyecto, su idea, su ilusión, han sido la base, motor y garantía de nuestro desarrollo, pese a las dificultades propias o impuestas. Mi testimonio de reconocimiento para todos ellos y de forma más cercana y sentida si cabe para quienes desde las propias organizaciones empresariales vascas padecieron la zarpa directa e irracional de la violencia con Joxe Mari Korta como principal, pero desde luego no único referente. En las emociones del jueves se asomó también la esperanza por el porvenir, por los esfuerzos que desde todos los ámbitos con generosidad y altitud de miras deberemos hacer por reconstruir nuestra convivencia y los puentes del diálogo. Esfuerzos por dejar atrás lo que nunca debía ser y por conformar un nuevo ciclo en el que, al margen de cualquier otra lectura y pese a ella, la violencia haya demostrado y asumido su inutilidad como instrumento.

Sentimiento, finalmente, de triunfo por haber llegado a este momento. Un triunfo, y así lo dirá la historia, que habrá de ser atribuido a la sociedad vasca, a sus instituciones y a sus ciudadanos, a todos los que hemos mantenido la firmeza de la democracia y de sus reglas, a las miles de personas que en su puesto, por encima algunas de ellas del dolor y hasta del comprensible rencor, nos ayudarán a todos a cerrar la herida y a contemplar el horizonte como fuente de oportunidad dentro de un mundo que en paz será, sin duda, mucho mejor.

Nunca más al pasado. Llegó la hora de construir el futuro.

Miguel Ángel Lujua Murga. Presidente de Confebask

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