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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El peligroso eurojuego de las cumbres estériles

Cuando los analistas europeos han agotado las imaginativas soluciones económicas para los problemas financieros de la Unión Europea, e intelectualmente los han agotado todos, echan mano de la socorrida y magnificada incapacidad política de los líderes para enderezar los entuertos con los que la crisis económica ha salpicado la corta vida de la moneda única. Los dirigentes políticos de la UE no son hoy ni más ni menos capaces que los de antaño, y en muchos casos habría que admitir primero que son en buena parte víctimas de los errores de sus predecesores. El más evidente es que, aunque tuvieron la iniciativa de crear una moneda única que puede ser la decisión económica más trascendental de los últimos 50 años, no la dotaron de los mecanismos defensivos necesarios como para blindarla de acontecimientos de la fiereza de los que ahora atacan al euro.

Pero lo que sí es seguro es que aquellos dirigentes nunca se encontraron con una crisis de semejante magnitud y en la que estuvieran en cuestión determinados paradigmas que hasta ahora se consideraban intocables, y que eran las más certeras armas de guerra en estas situaciones. El último ejemplo, sin ir nada lejos: la deuda pública emitida por los Tesoros de la vieja Europa no puede ser considerada con absoluta seguridad activo financiero libre de riesgo, algo que ahora es el primer quebradero de cabeza en las plazas políticas y financieras continentales.

Sin embargo, aun admitiendo que los líderes políticos europeos no lo tienen fácil, es de común conocimiento que lo hacen difícil con bastante frecuencia, y que ahora la resolución de la crisis griega la han convertido en un laberinto siniestro por haber retrasado las decisiones que hubieron de acometer hace casi dos años. Poner de acuerdo a los 27 de la Unión Europea, con instituciones en las que rotan todos en el reparto de responsabilidades, es muy complicado; pero lo es más cuando el coste de la crisis griega tienen que pagarlo entre todos.

La gobernanza política y económica continental se ha convertido en un complicado eurojuego de fuerzas que se mueven a velocidades distintas en un tablero institucional asimétrico, y cuyos gestos son vigilados e interpretados por los mercados financieros, que convierten en plusvalías cada debilidad de cada país, de cada dirigente y de cada institución. Este fin de semana asistimos a un ejercicio paradigmático de lo que estamos hablando. Cumbres bilaterales entre los dirigentes de las dos grandes economías de la eurozona, superpuestas por reuniones de los ministros de Economía de los países del euro, de los países de la Unión, y cumbres de jefes de Estado y de Gobierno de la Unión primero y de la eurozona después, y en las que muñe cada decisión el Banco Central Europeo y hasta el Fondo Monetario Internacional, porque antes de que los líderes del G-20 se vean en la Costa Azul de Cannes el 4 de noviembre, todo debería estar listo.

No hay ninguna seguridad de ello, porque la crisis griega se ha resuelto tantas veces como haya surgido menos una, esta de ahora. El 21 de julio se logró un plan que tenía mejor pinta que los anteriores y no se ha aplicado, porque tan insuficiente como ha resultado ser ahora la quita a la deuda griega es el mecanismo de capitalización, apalancamiento y utilización del fondo de rescate. Pero ahora el riesgo es muy superior porque los mercados financieros han extendido la duda sobre activos que antes de verano conservaban el prestigio de antaño.

Ahora la calma solo volverá si la Unión establece mecanismos de gobernanza más ágiles, y si cierra las vías de agua que pueden abrirse con una resolución en falso de la crisis de la deuda. Aparentemente, esta se circunscribe a la inevitable quiebra de Grecia. El mercado ya admite que habrá una quita del 50% (podría no ser suficiente para la musculatura económica de Grecia), que precisa una recapitalización previa de todos y cada uno de los bancos que tienen en su cartera títulos helenos, así como del Banco Central Europeo que almacena deuda y otros activos como colateral de toda la liquidez inyectada en la banca griega. Grecia es el problema, y el resto es infección que se solucionará si, vía quirúrgica, se ataja de raíz el mal griego, y mejor cuanto antes. Las cumbres convocadas hasta el miércoles deberían ser definitivamente suficientes.

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