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Columna
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La muerte de Gadafi y la 'primavera árabe'

La muerte de Muamar Gadafi añade velocidad a la revolución árabe, permitiendo al país de África con las mayores reservas de petróleo comenzar a moverse hacia la democracia, como Túnez y Egipto. Si los gobernantes provisionales del país pueden mantener su plan para celebrar elecciones dentro de ocho meses, podría incluso llevar menos tiempo que a cualquiera de los compañeros revolucionarios de Libia.

La muerte de Gadafi es un hito político más que económico. Ha pasado más de un mes desde que Naciones Unidas reconoció oficialmente al Consejo Nacional de Transición. Las sanciones han disminuido. Libia ha reanudado la producción y las exportaciones. El sector prevé que Libia podría bombear un millón de barriles al día el próximo año -más de la mitad de sus niveles predisturbios-.

Las diferencias tribales existen y Libia necesita encontrar la unidad entre el Este y el Oeste. Pero la combinación de enormes reservas de petróleo, la riqueza de 140.000 millones de dólares, y la falta de instituciones civiles brinda una pizarra más limpia que en el caso de Túnez o Egipto. Se puede construir más fácilmente un nuevo modelo económico y político -con todas las opciones sobre la mesa, desde una república a una monarquía constitucional-.

Para los inversores, el potencial es inmenso. La producción de crudo podría alcanzar 3 millones de barriles por día en 2015, con 30.000 millones de dólares de inversiones, según recientes comentarios de Ubifrance. Irak está en camino de producir esa cantidad este año y el crecimiento del PIB alcanzará dos dígitos entre 2011 y 2013, según las previsiones del FMI.

Pero hay demasiados riesgos. Por ejemplo, no hay garantías de que el Consejo Nacional de Transición cumplirá con los contratos petroleros existentes -buenas noticias para la italiana Eni, la española Repsol y la francesa Total- tras las elecciones. Libia también necesitará promover una estructura transparente para su fondo de riqueza soberana. De forma crucial, el fin de Gadafi aumentará la presión sobre otros dictadores sitiados, incluyendo al de Siria, Bashar al-Assad. Libia puede que no sea el último miembro en unirse al club.

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