Un cuento bancario
æpermil;rase una vez, en Bagdad, un califa y su visir. Un día, el visir se presentó ante el califa, pálido y tembloroso: "Perdone mi espanto, luz de los creyentes, pero delante del palacio una mujer se ha abalanzado sobre mí entre la multitud. Me he dado la vuelta, y esa mujer de tez pálida, de cabellos oscuros, con el cuello cubierto con una bufanda roja, era la muerte. Al verme, ha hecho un gesto hacia mí. Como la muerte me está buscando aquí, señor mío, permítame esconderme lejos, en Samarcanda. Si me doy prisa, llegaré antes de la noche".
Después de lo cual se alejó al galope de su caballo y desapareció entre una nube de polvo camino a Samarcanda. Entonces el califa salió de su palacio y él también se encontró con la muerte. Le preguntó: "¿Por qué ha asustado a mi visir, que es tan joven y goza de tan buena salud?". Y la muerte respondió: "No he querido asustarlo pero, al verlo en Bagdad, me he quedado sorprendida, ya que lo espero esta noche en Samarcanda".
De la inexorabilidad del destino evocada en este cuento árabe al tormento del sector bancario no hay tanta distancia. Tras la difusión excesiva de activos tóxicos y la utilización de demasiadas palancas, todos aplaudimos en 2009 y 2010 el regreso de la ortodoxia financiera al sector. Creyendo respetarla, y alentados por las reglas de Basilea III, la mayoría de bancos europeos acumularon deuda pública sin pestañear, corriendo así a ponerse al abrigo del riesgo...
Este movimiento hacia las obligaciones de Estado de la zona euro se convertirá en su huida a Samarcanda: todos los bancos europeos tienen dificultades a día de hoy con este activo teóricamente sin riesgo. El mercado cuestiona brutalmente la valoración de la deuda pública, fenómeno medido y amplificado con los famosos CDS (simples seguros contra un riesgo de defecto) que reflejan hasta el extremo la inquietud de los inversores. ¡El CDS Francia cuesta hoy dos veces más que el CDS Danone! Sin cuestionar la solidez del grupo agroalimentario, ¿esto es normal? En el mismo tema, el CDS Italia vale dos veces el de Colombia: ¿dormimos dos veces mejor si prestamos nuestro dinero a los colombianos antes que a los italianos?
En el cuento, la muerte solo tiene una víctima: el visir... En nuestro mundo bancario, la víctima se llama Dexia, y no nos queda más que esperar que sea la única.
Pero como los hechizos no bastan en este caso, recordemos a nuestros políticos que los destinos de las deudas europeas y de los bancos ya están ligados. Contrariamente a la crisis de las subprimes, que fue construida por los establecimientos bancarios, la que nos ocupa hoy es, ante todo, a causa de unos Estados demasiado costosos.
Los bancos europeos, tan actores como víctimas, tienen que permanecer en palacio, lo que implica aportarles liquidez y recapitalizarlos en caso necesario. Detengamos las moratorias y los ajustes reglamentarios procíclicos. Así es como cesará la galopada y como se podrá salvar a los bancos y a la deuda pública europea. El coste del salvamento será alto y afectará al crecimiento de manera duradera, pero será saludable para la economía en su conjunto y, en particular, para nuestras empresas preferidas.
Didier Le Menestrel. Presidente de Financière de L'Echiquier