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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El peligro de perpetuar la sequía crediticia

La sequía que aqueja al mercado del crédito en España está resultando especialmente dañina para las pequeñas y medianas empresas. El tercer trimestre del año se ha saldado con un balance extremadamente oscuro para este perfil de empresa. Casi nueve de cada diez pequeños empresarios han tenido problemas para obtener un préstamo y a algo más del 13% se les ha denegado cualquier tipo de financiación. Los datos de la encuesta que elaboran al respecto las Cámaras de Comercio y el Instituto de Crédito Oficial (ICO) no arrojan dudas sobre la gravedad del diagnóstico. En estos momentos, la primera causa de mortalidad en la pyme española es la imposibilidad de acceder a una financiación sin la cual cualquier iniciativa empresarial está abocada al fracaso.

Atrapadas entre la elevada morosidad de sus clientes -solo en las Administraciones públicas el retraso medio en los pagos es actualmente de seis meses- y la creciente sequedad crediticia de un sistema bancario cuya capacidad de maniobra está fuertemente restringida por la obligación de recapitalizar y sanear sus balances, las pequeñas empresas se han convertido en un eslabón de especial fragilidad dentro del tejido empresarial español. Un extremo que resulta muy perjudicial para las perspectivas de crecimiento de la economía española, dado que el 99% de ese tejido empresarial está formado por pymes.

En este escenario de sequía de crédito, la advertencia formulada ayer en el seno de la IV Conferencia Internacional de Banca, organizada por Banco Santander, sobre el riesgo que supone aumentar las exigencias de solvencia de la banca europea y rebajar el valor de la deuda soberana que esta tiene en sus balances debe ser tomada muy en serio. Como recordaba en su discurso el propio Emilio Botín, obligar al conjunto de la banca a abordar una nueva recapitalización bajo los criterios que se están barajando actualmente en Bruselas supone sembrar la duda de forma generalizada sobre la totalidad del sector financiero y abocar con ello a Europa a una "espiral imparable" de crisis soberanas y bancarias.

A estas alturas no hay duda de que buena parte del sistema financiero está aquejado de una patología que es necesario extirpar cuanto antes, pero ello no implica la conveniencia de recetar idéntica medicina a sus partes sanas y enfermas. De igual forma, aplicar a la deuda soberana española una injustificada quita del 5%, tal y como se baraja estos días desde la Autoridad Bancaria Europea (EBA, en sus siglas en inglés), supone cargar sobre el sector financiero español una factura de 41.000 millones de euros. Ello reducirá todavía más la capacidad de maniobra de la banca e incidirá directamente en el agravamiento de la sequía crediticia que ahoga a empresas y particulares. Una endiablada ecuación que es realmente urgente resolver.

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