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Columna
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Rusia y China, más cerca

Vladimir Putin está en China para tratar de negocios. Puede que un día China y Rusia hagan sudar a Occidente, pero sus profundas rivalidades son un argumento en contra de una alianza de pura sangre.

Rusia y China tienen razones para llevarse bien. Uno es el mayor proveedor mundial de commodities, el otro es el mayor consumidor. Aunque las relaciones económicas entre ellos son sorprendentemente menores: China representa el 10% del comercio ruso, en comparación con el 50% de la UE.

China tiene algo que Rusia quiere: efectivo, y experiencia en modernización tecnológica. La creación de un fondo común de inversiones, con un valor potencial de hasta 4.000 millones de dólares, podría ayudar a diversificar tanto los 3,2 billones de divisas de China como la economía rusa, muy centrada en las commodities.

Pero son sus intereses compartidos los que preocupan a Occidente. Rusia y China votaron en la reciente resolución del Consejo de Seguridad de la ONU sobre Siria. Ambos han criticado también la política monetaria de EE UU. A Putin le gusta llamar a las autoridades de EE UU de "parásitos" y "hooligans", y atacar el "dominio absoluto" del dólar. China ha dicho cosas parecidas de manera más diplomática.

Ambos países comparten un desdén común por América, una frontera y décadas de comunismo. Pero tienen también una historia de rivalidad y desconfianza. Apenas unos días antes del viaje de Putin, Rusia detuvo a un sospechoso de ser espía chino.

Eso explica el por qué de lo que no se ha logrado. No hay señales sobre un acuerdo para el abastecimiento de gas ruso a China. En su lugar, China ha estado haciendo tratos en el patio trasero ruso de Asia central. Como China aprendió de EE UU, comercio es sinónimo de acercamiento, pero también de dependencia. Putin no solo corteja a China -también ha sacado a flote una "Unión Euroasiática" entre los antiguos estados soviéticos, que puede entrar en conflicto con los planes de China para la región. Para la mayor parte de las economías emergentes, el interés propio es lo primero; el oso y el dragón puede que nunca sean unos fáciles aliados.

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