Berlusconi, chico malo
El BCE trata a Berlusconi como a un chico malo. Una carta en agosto de Jean-Claude Trichet y Mario Draghi, el jefe actual y el futuro, indicaba al primer ministro como dirigir la economía del país. La implícita zanahoria era que el BCE compraría bonos italianos -lo que hizo, de hecho-. Dado que Berlusconi no ha cumplido con todo lo que dijo que haría, no es ninguna sorpresa que la compra de bonos haya caído.
El contenido aproximado de la carta se ha sospechado desde comienzos de agosto, pero sus detalles asustarán a los italianos. La carta establece las medidas que deben tomarse -la mayor parte recortes, no incrementos de los ingresos-. Exige reformas en el mercado laboral y de pensiones, insiste en que será más fácil despedir a empleados públicos, sugiere reducir sus salarios y dice que el parlamento debería ratificar todo lo anterior para finales de septiembre.
A pesar de que la política dictada desde Fráncfort puede ser humillante, es consecuencia del fracaso de Berlusconi de controlar en agosto la situación. El BCE tuvo que complementar el palo del mercado con la zanahoria de la compra de bonos, ya que está preocupado por el contagio.
El problema es que el BCE puede enseñar y premiar, pero solo los políticos italianos pueden aplicar políticas. El presupuesto austero se adelantó, pero Italia apenas ha cumplido con la carta; dos tercios de las medidas de austeridad aprobadas a principios de septiembre se basan en incrementos de los ingresos, no en recortes de gastos. Y la fecha límite de finales de septiembre para algunas reformas creíbles fiscales y estructurales no se cumplirá.
El BCE parece calibrar el tamaño de su zanahoria para ver lo lejos que llegará Berlusconi. Compró solo 4.000 millones de euros la semana que concluyó el 21 de septiembre, comparados con los 22.000 millones de la semana que terminó el 12 de agosto, y los rendimientos de los bonos italianos se han incrementado del 5% al 6%. Hasta que Italia no llegue con un segundo paquete de reformas y privatizaciones, el BCE debería mantener la presión.
Por N. Unmack / H. Dixon