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Columna
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El horizonte de UBS

Con todo lo que ha ocurrido en el mundo de las finanzas, resulta refrescante que el consejero delegado de una gran entidad acepte su responsabilidad personal por pérdidas millonarias y dimita. Pero mientras que la salida de Ossie Gruebel de UBS puede ser positiva para su reputación, también deja el banco a la deriva. La dimisión de Gruebel supone un parón repentino tras cuatro décadas de admirable carrera. Después de dejar Credit Suisse en su punto álgido a principios de 2007, salió de su retiro para liderar el cambio en UBS. El futuro del icono bancario del país había sido puesto en peligro debido a más de 50.000 millones de dólares de pérdidas en activos tóxicos y una investigación realizada por las autoridades de EE UU sobre evasión de impuestos.

Sergio Ermotti, que ha sido el sustituto interino de Gruebel, se ha convertido en el cuarto CEO del banco. El ex ejecutivo de Unitcredit tiene la ventaja de ser ciudadano suizo, un factor importante dada la consternación nacional tras los repetidos fracasos de la entidad. Pero Ermotti llegó a UBS en abril. Y su capacidad para imponer su autoridad se verá mermada por la búsqueda de un CEO permanente por parte de la junta. Incluso si Ermotti se confirma en el papel -y es difícil imaginar a muchos más candidatos cualificados que deseen dirigir un banco donde la podredumbre tiene raíces profundas- llevará tiempo. Además, la magnitud de las recientes crisis de UBS sugieren que hace falta algo más que un cambio de liderazgo para revertir la suerte del banco. Pese a todo, una cosa está clara: el banco se enfrenta a recortes salvajes. La entidad no tiene otra opción salvo reducir el tamaño del asesoramiento institucional y el brazo comercial lo suficiente para seguir funcionando sin amenazar la riqueza de sus clientes. No será fácil. Nadie querrá trabajar con una institución decidida a hacerse más pequeña. La mejor esperanza para UBS es liderar lo que se convertirá en una tendencia inevitable en la industria.

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