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Patrimonio y la cantinela de las clases medias

¿A qué clase pertenece usted? ¿clase alta? ¿clase media? No se haga ilusiones.

Según la definición de CEOE y el Partido Popular, para pertenecer a ese último tramo el valor de sus bienes menos el conjunto de sus deudas (incluida la hipoteca) debe superar el millón de euros (recuérdese: 166,4 millones de pesetas). Si la suma de sus acciones, inmuebles (descontando 300.000 euros de la vivienda habitual), yates, cuadros, etc. no alcanza 700.000 euros, considérese de inmediato clase baja, comúnmente conocida como proletariado.

La polémica resurrección del impuesto sobre patrimonio ha desatado una ola de críticas desde sectores del empresariado y el principal partido de la oposición. Mariano Rajoy, presidente del PP y casi seguro próximo inquilino de La Moncloa, ha afirmando que conoce gente que vive de las rentas de una herencia y, tras pagar Patrimonio, se quedará sin ingresos. Hombre, quizá no tanto. Según ha publicado este periódico en su edición de ayer, los patrimonios netos de 1.100.000 euros tendrán que pagar la leonina cantidad de... 200 euros. Al afortunado vividor de las rentas todavía le quedará para ir tirando. Si la herencia en cuestión es de 10 millones de euros, el pago ya roza los 150.000, pero aún le quedarán 9,85 millones para sobrevivir.

Al margen de la ocurrencia de Rajoy, ya famoso por conocer gente en ciertos casos y por tener primos expertos en cambio climático, también han arremetido conta el impuesto desde el presidente del Banco de Santander, Emilio Botín (-"Estoy en contra de que lo vuelvan a poner") hasta los representantes de las organizaciones empresariales. Arturo Fernández, vicepresidente de CEOE, ha utilizado el argumento clasista: "si es rico el que con los ahorros de toda su vida tiene un patrimonio de 700.000 euros, yo creo que vamos a dejar a las clases medias españolas peor de lo que están". Olvida Fernández que el impuesto solo grava a partir del millón de euros neto, porque 300.000 de la vivienda habitual están exentos, y que el que tiene ese millón tendrá que pagar menos de 200 euros.

Hay argumentos más válidos para rechazar la resurrección del impuesto que el muy manido de que castigará a las clases medias. Desde el principio, Moncloa y el candidato del PSOE a la presidencia, Alfredo Pérez Rubalcaba, han querido evitar esa acusación elevando los umbrales hasta niveles en los que, guste o no guste, solo acceden las clases altas. Se puede argumentar, con menos sonrojo, que el impuesto de patrimonio supone un caso de doble imposición, puesto que los capitales de los que disfrutamos han llegado a nosotros en algún momento, en el que fueron gravados como renta. Y también se puede, sin miedo a equivocarse, alegar que la aprobación a última hora del impuesto está teñida de tintes evidentemente electoralistas.

Lo que no puede negarse es que hay algo de justicia social en esa resurrección. Descartada en España una petición por parte de los ricos para soportar mayor presión fiscal (gesto que sí se ha producido en Francia, Alemania y Estados Unidos), parece lógico que estos también arrimen el hombro para apechugar con la peor recesión desde la Guerra Civil. Ya lo han hecho, sin rechistar demasiado, los funcionarios (a los que se les ha bajado el sueldo en un 5% de media) los pensionistas (a los que se les ha congelado la paga) o los consumidores comunes y corrientes (a los que se ha subido el IVA). Cuando la situación es suficientemente grave como para tocar todos esos conceptos, una aportación adicional de los de arriba no puede tildarse de abuso.

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