Chantaje chino, pero amistoso
No es una sorpresa que las promesas chinas para apoyar a los socios comerciales endeudados lleguen con condiciones. Pero el primer ministro chino, Wen Jiabao, fue inusualmente directo ayer al dirigirse al Foro Económico Mundial sobre lo que espera a cambio: que Europa denomine a China como economía de mercado. Eso costaría poco -lo que no quiere decir que deban estar de acuerdo.
La inversión china debe parecer más atractiva ya que Italia, Grecia y España se enfrentan a la posibilidad de que los inversores no quieran financiar sus déficits. La evaluación de los mercados a los bonos italianos el pasado 13 de septiembre fue una muestra. Una caída de 3.200 millones de dólares de las reservas extranjeras chinas daría un respiro y ayudaría a rebajar los diferenciales de bonos.
El estatus de economía de mercado es algo fácil de dar a cambio, ya que solo es una etiqueta. Pero sin ella, los países pueden acusar a China de dumping de bienes y utilizar los precios de otros países -por ejemplo, los precios de la energía en India- para respaldar su punto de vista. Bajo las reglas de la OMC, China obtendrá ese estatus en 2016, pero como dice Wen, adelantarlo algunos años es la clase de cosas que alguien podría esperar "de un amigo a otro". Quizás. Solo que China no es una economía de mercado -es una economía socialista de mercado. Carece de algunas características importantes. El tipo de cambio está marcado más por la política que por el mercado. El capital se asigna más por decreto que por precio. Es cierto que la economía ya no es la que era bajo el control de Mao. Pero los índices de crédito inflados para las pequeñas empresas, por ejemplo, muestran que no todo es oferta y demanda. Que Europa pueda dar a China lo que quiere -ya relajó antes la definición de mercado con Rusia- no es un plausible. Sería mucho mejor que pusiera orden en su casa. Lo que puede sonar a trabajo duro, pero con el atractivo añadido de hacer redundante el ultimátum encubierto chino.