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La hora de los insensatos

Novelistas, dramaturgos y guionistas de cine saben desde hace muchos años que las situaciones extremas ofrecen un escenario ideal para retratar el yo más íntimo de cada personaje. Un naufragio, un coloso en llamas o una plaga de peste sirven para aflorar el heroísmo o la cobardía, la mezquindad o la generosidad, que cada persona lleva dentro en diferentes cantidades.

En algún momento de la trama también aparecen los insensatos que por torpeza o irresponsabilidad ponen en peligro al resto de la comunidad. En el cine o en la literatura añaden tensión y permiten al autor realzar el desenlace, previsiblemente favorable para el resto de protagonistas. En la vida diaria, sin embargo, pueden suponer un obstáculo insalvable para solucionar los problemas.

En el drama que la zona euro vive desde hace 18 meses parece también llegado el peligroso momento de la insensatez. Y en las últimas semanas, los personajes más proclives a esa deriva están complicando una crisis ya de por sí enrevesada.

La palma de la insensatez se la lleva, por supuesto, el comisario europeo de Energía, Gunther Oettinger, que propuso a finales de julio enviar desde Alemania a Grecia profesores de formación profesional jubilados para que inculquen a los griegos el buen hacer de la industria germana. El comisario completó su despropósito sugiriendo a principios de septiembre que la bandera de los países más endeudados ondee a media asta delante de las instituciones europeas como señal de humillación.

El nerviosismo de algunos gobiernos tambaleantes también resulta peligroso. El holandés, que teme caer como consecuencia del rescate de Grecia, se ha descolgado con una propuesta para forzar la salida del euro de los países indisciplinados, como si ese castigo no fuera igual de terrible para el expulsado que para los que se queden.

Y Finlandia, que hasta ahora ha aportado al rescate de Grecia poco más de 800 millones de euros (España, más de 5.000 millones), no ha tenido mejor ida que pedirle a Atenas un depósito de 500 millones de euros como garantía de que devolverá los préstamos. Es decir, te doy dinero para ayudarte, pero me lo ingresas en una cuenta porque no me fío.

Por suerte, el Gobierno alemán atajó la idea de Helsinki. La Comisión Europea se ha desmarcado de Oettinger. Y el vicepresidente de la CE, Joaquín Almunia, ha acusado a quienes hablan de expulsión de no entender nada del proceso de integración europea.

Pero si la crisis se prolonga, como parece inevitable, el número de insensatos no dejará de aumentar, con un riesgo creciente de que provoquen algún grave percance. Porque en la vida real, a diferencia de las películas, los protagonistas no siempre se salvan. Si no vuelve la cordura, casi mejor salir corriendo, como dicen los Talking Heads.

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