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Columna
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La renuncia de Stark no cambiará al BCE

La renuncia del economista jefe del BCE habría supuesto un mayor impacto si la institución hubiera sido un bastión de unidad y consenso respecto a la crisis de la deuda, como pretendió en sus 10 primeros años de existencia. Pero los desacuerdos dentro de los órganos de gobierno se han convertido en un asunto de interés público desde que Grecia fuera el primer país rescatado por sus socios y el FMI en 2010.

Jürgen Stark, también miembro de los seis más fuertes dentro del comité ejecutivo de BCE, fue el más estricto titular de la tradicional llama alemana, decidido en mantener al BCE en la misión de mantener la estabilidad de precios. Su salida es otra señal de que las estrategias adoptadas por el BCE en los últimos meses han sido tremendamente cuestionadas por los defensores de la vieja escuela del banco central.

La renuncia no hace más serios los desacuerdos internos del BCE. Tampoco los hace más evidentes que cuando el presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, dio el paso inusual de publicar un comunicado criticando el segundo rescate a Grecia. El rescate, dijo, equivaldría a "hacer comunitarios los peligros de finanzas públicas poco sólidas y políticas macroeconómicas mal dirigidas".

Se supone que la decisión de Stark es consecuencia del desacuerdo con el BCE por la compra de bonos de los miembros de la zona euro con problemas. Pero no es más serio que cuando el expresidente del Bundesbank, Axel Weber, renunció a principios de año tras declarar públicamente su oposición a las políticas del banco. Lo que imposibilitó que sucediera a Jean-Claude Trichet.

La salida de Stark no debería cambiar la política del BCE a corto plazo. Siempre ha sido un comprador de bonos reacio. Mientras tanto, el fondo de rescate de la eurozona está en proceso de reforma y debe hacerse cargo de esa parte de la carga del BCE en pocas semanas. Con todo, su salida abre el camino para una dura ronda de maniobras políticas por los puestos clave. Lo que podría resultar poco práctico a menos de dos meses de que Mario Draghi asuma la presidencia. Para que el BCE recupere una apariencia de unidad, sería bueno para París y Berlín ponerse de acuerdo sobre el perfil ideal de un banquero central.

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