Rumbo al fin de la utopía
La naturaleza puede ser la razón para visitar Islandia; lo mejor, sin embargo, su gente.
Parecía un sueño. Antes de octubre de 2008, Islandia era el paradigma de la sociedad perfecta. Equilibrada, concienciada y fuerte en un entorno natural hostil. Cuando en 2007 tenía uno de los PIB per cápita más altos del mundo, cualquiera soñaba con jubilarse allí a pesar de la amenaza constante de erupciones volcánicas o de movimientos sísmicos.
La pesadilla financiera global comenzó aquí, agitando este rincón del planeta como no lo hubiera hecho ningún devastador terremoto. Sus apenas 300.000 apacibles habitantes vieron con asombro cómo toda su sólida arquitectura social, el modelo más cercano a un Estado de bienestar, se desvanecía como por efecto de un cataclismo natural. Pero han sabido responder a la kreppa (catástrofe).
La periodista Alda Olafsson describe el momento actual de la sociedad islandesa: "La crisis no ha podido con ella. Fue el primer país del mundo en tener un Parlamento, el Althingi, fundado en el año 930. Es más, que ya esté mostrando signos de recuperación económica tiene mucho que ver con la capacidad de reaccionar con sentido común ante los problemas y de castigar, ya sea en la calle o en los juzgados, a los culpables. La recuperación también es política y social, y valga como ejemplo el modo en que se ha redactado la futura Constitución de los islandeses, posible gracias a la participación ciudadana".
Cualquier guía turística sobre el país glosará las maravillas naturales que ofrece. Julio Verne inició su Viaje al centro de la Tierra en el volcán islandés Vatnayokull.
Géiseres y volcanes activos, cascos glaciares, tundra, picos nevados, vastos desiertos de lava, acantilados, fiordos, pantanos y cráteres, auroras boreales en invierno y en verano, la luz de un sol de madrugada. "Vértebras de un inmenso y complejo organismo vivo que amenaza con despertar cualquier día". Así describe la experiencia de percibir el paisaje islandés el escritor español Xavier Moret en La isla secreta. En septiembre publicará Islandia, revolución bajo el volcán. Conociendo el entorno cobran valor las personas que lo han habitado desde hace más de un milenio. El espíritu vikingo pervive en esta gente apacible, indómita e irreductible.
La épica del pueblo islandés está en su mitología narrada en las Eddas y fue fuente de fascinación para Jorge Luis Borges, que escribió: "Estar a punto de tener todo y perderlo todo es el trágico destino... En el siglo XII, los islandeses descubren la novela, el arte de Cervantes y de Flaubert, y ese descubrimiento es tan secreto y tan estéril para el resto del mundo como su descubrimiento de América".
El país, en apariencia adusto, es también desinhibido, singular y hasta extravagante. Es el único Estado del mundo con un museo dedicado al pene, 150 ejemplares de distintas especies animales; en palabras de Alda Olaffson: "Una de las miles de particularidades y extrañezas del país." Entretanto, Bjork, la mejor embajadora de Islandia, prepara nuevo disco celebrando la vida, Biophilia. Y a los escritores jóvenes como Ottar Martin Nordfjörd no se les escapan las contradicciones de la compleja sociedad islandesa actual. Til hamingju (enhorabuena) por su rica idiosincrasia.