Inflación dual en la eurozona
La publicación de los indicadores adelantados del IPC de agosto muestra un descenso en la tasa interanual de inflación en torno a 2 décimas, continuando la imagen de moderación de los últimos meses. Los precios de los bienes de consumo han aumentado en los últimos doce meses un 2,9% según el IPC tradicional, y algo menos, el 2,7%, según el IPC armonizado, calculado en todos los países asociados a Eurostat con la misma metodología. El fuerte incremento de los precios energéticos durante la segunda mitad de 2010 produjo entonces un fuerte repunte de la inflación, pero facilita ahora su descenso, como anticiparon la mayoría de los analistas que sucedería en este momento.
Lamentablemente, la moderación inflacionista no es uniforme en la eurozona, por lo que el BCE se enfrenta a un notable dilema: seis de los 17 países de la eurozona, incluyendo Francia e Italia, han experimentado hasta julio una inflación anual entre 1% y 2%; Alemania está en 2,6%, superando claramente el umbral máximo del 2% escogido en el diseño de política monetaria del BCE. La inflación armonizada en los restantes países se sitúa entre el 3% y el 5%.
Respecto de los niveles máximos recientes, el descenso en inflación es especialmente importante en Grecia, pero asimismo notorio en otros seis países, incluyendo Italia. Irlanda y España son países muy afectados por la crisis, pero en los que la inflación ha descendido menos que en el grupo de países referidos, quizá reflejando una mayor inercia a la baja por razones de deficiente competencia interna, a la que tantas veces se ha aludido al analizar la economía española.
Frente a los países citados, la inflación continuaba en julio en trayectoria ascendente en algunos países muy significados: Bélgica (4,0%), Finlandia (3,7%), Austria (3,8%), Estonia (5,3%), Holanda (2,9%) y, muy especialmente, Alemania (2,6%). No es sorprendente que el BCE muestre serias reticencias a alterar su rigurosa política monetaria.
Las inyecciones monetarias generadas por las sucesivas estrategias de compra de activos puestas en práctica a lo largo de la actual crisis por parte del BCE, culminadas en la compra de deuda soberana de España e Italia, distorsionan sin duda su posible estrategia, acudiendo a apagar los síntomas de un incendio que no ha creado. No debe sorprender, por tanto, que se espere un cierto nivel de compromiso en los países afectados respecto a aliviar sus necesidades futuras de recurrir a ayudas similares. Más sorprendente debe resultar en el exterior que en los países que ahora solicitan ayuda no se haya hecho un esfuerzo definitivo por aclarar cuál es la situación real de sus finanzas públicas, ni la capacidad de su sector empresarial, y especialmente de su sector financiero, de hacer frente a los compromisos asumidos con la elevada deuda acumulada en los últimos años.
Con esta incertidumbre no resuelta se acude a la autoridad monetaria común para que olvide sus posibles reticencias, reclamando "el cumplimiento de su obligación" al solicitar la adquisición de deuda soberana. Vivimos tiempos convulsos en los que es fácil perder las referencias que en periodos de bonanza hemos establecido y defendido.
La actual situación de inflación es delicada en relación con el diseño cualitativo y cuantitativo de objetivos asignados al BCE. Posiblemente cabría alterar dicha definición, al menos en lo cuantitativo, pues un 2% de inflación máxima puede ser excesivamente exigente tanto por estándares históricos como teóricos, pero no es este el momento de abrir tal debate. Ni puede ser este el argumento para requerir del BCE una actuación en ayuda de la deuda soberana.
Mejor sería reducir incertidumbre mediante una rigurosa reflexión sobre la identificación de los fallos y errores que han permitido llegar a la actual situación de endeudamiento externo de nuestra economía, que hiciese verosímil que no vuelva a suceder. Así como diseñar y comenzar a poner en práctica, a ser posible con un amplio acuerdo político, directrices económicas que puedan apuntar con claridad a resolver la actual situación, explicando siempre el papel que cada medida juega dentro de una estrategia rigurosa, lejos de dar pasos atrás y adelante con medidas parciales de muy diversa índole cuya finalidad última no se acierta a comprender.
Alfonso Novales. Catedrático de análisis económico