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Tribuna
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La otra condena de Dominique Strauss-Kahn

Hace tres meses las cámaras de televisión grababan en directo el arresto de Dominique Strauss-Kahn y su traslado a prisión. Esta misma semana, el juez del Tribunal Supremo del Estado de Nueva York ha sobreseído la causa que se seguía contra el ex-CEO del FMI. Desde entonces, el seguimiento mediático de este escándalo ha sido continuo. Durante estos últimos tres meses el mundo ha conocido a través de los medios los detalles de la personalidad del acusado, su trato con las mujeres y su relación con el dinero. Cada uno ha tenido oportunidad para formarse su propia opinión sobre el personaje.

El resultado del caso DSK robustece la independencia de los jueces. En una democracia real, los jueces no serán nunca sustituidos por la prensa ni por la red ni por la opinión pública; pero resulta necesario evitar que el ejercicio del derecho a la libertad de información y expresión vulnere el del honor o pueda lesionar el principio de presunción de inocencia.

No es ésta la primera vez (ni será la última) en que los medios de información y la red proyecten su influencia sobre la opinión publica de manera simultánea al desarrollo de las actuaciones de los tribunales de justicia. Los juicios paralelos de la opinión pública inducen a resultados de manera anticipada a la acción de jueces de magistrados; y aunque no sustituyen ni podrán jamás sustituir la jurisdicción estatal ciertamente pueden influenciarla, llegando en algunos casos incluso a perturbar el desarrollo de la instrucción judicial.

Hoy en día es práctica habitual de los medios, extendida en casi todas partes del globo, la retransmisión de grabaciones de vistas y juicios, de detenciones en público, de arrestos a la luz del día. No es novedoso ver a directivos salir esposados de sus despachos de Wall Street. Y a veces uno se sorprende oyendo por adelantado en los medios audiovisuales el contenido de la declaración que habrán de prestar acusados ante los órganos judiciales instructores "en unos minutos". Los Estados Unidos fueron pioneros en la materia, pero ya no son el único país en el que los medios actúan incluso antes que las fuerzas del orden. No es probable que el entorno cambie y que el mundo de la comunicación deje de sentirse tan poderosamente atraídos por los escándalos de los poderosos y de los famosos.

Aunque la red sea despiadada e incontrolable, es necesario que los medios ejerciten el derecho constitucional a informar libremente sin vulnerar el principio de presunción de inocencia como parte integrante del derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen. La conciliación de ambos derechos es posible, si bien no es tarea fácil.

Francia ha acometido el problema de la conciliación de tales derechos promulgando una ley hace algo más de una década en la que se plasman una serie de soluciones que bien podrían servir como pauta de conducta para los países como el nuestro, que, carentes de una normativa específica en la materia, han optado por el sistema de autorregulación.

La norma francesa permite al órgano judicial la publicación de una nota de rectificación en el caso de que los medios presenten a una persona como culpable cuando la investigación de los hechos esté en fase de instrucción judicial. Igualmente, impone dicha ley importantes sanciones pecuniarias a quienes, sin autorización, publiquen imágenes de una persona implicada en un procedimiento penal o lleven a cabo sondeos de opinión sobre su inocencia o culpabilidad. Además, la norma francesa exige la adopción de medidas a fin de evitar que sean fotografiadas o filmadas personas esposadas. Finalmente, en dicha ley se permite al ministerio fiscal salir al paso de informaciones tendenciosas o inexactas para, de oficio o a instancia de parte, hacer llegar a los ciudadanos datos objetivos sobre la fase de instrucción, sin que ello prejuzgue la culpabilidad o inocencia del acusado.

Aunque se haya absuelto a Dominique Strauss-Kahn, se le haya devuelto su pasaporte y se encuentre en plena libertad para volver a casa, aun seguiremos viendo flecos de la saga: posibles arreglos extrajudiciales de las acciones civiles iniciadas por la querellante, reacción política del PS (Partido Socialista) de cara a las elecciones francesas de 2012, nuevas investigaciones en Francia sobre su pasado y quien sabe qué más. Con todo y con eso, se le ha impuesto otra condena -la de la opinión pública; una opinión que tardará mucho tiempo, o incluso nunca volverá, a confiar en Strauss-Kahn manteniendo su anterior prestigio. Los medios, la opinión pública y la red jugarán de nuevo un papel importante en la labor de conocer al nuevo DSK, si es que no desea quedar para siempre marcado por este caso.

José Antonio Arcila. Abogado

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