Tensión dentro del propio corazón
Francia se arriesga a seguir a EE UU y perder su calificación triple A. Esto refleja un fracaso a largo plazo para conducir sus finanzas. Los mercados ven efectos secundarios: una rebaja complicaría la calificación triple A del fondo de rescate europeo. Por su propio bien y el de Europa, Francia necesita luchar.
La carga de su deuda, al 85% del PIB, es la mayor entre los países calificados con triple A. Francia tuvo un gran déficit presupuestario del 7% del PIB en 2010. También está la carga de la debilidad de la zona euro. Contribuir al segundo rescate griego podría añadir alrededor de 15.000 millones de euros a la deuda pública. Con España e Italia en dificultades, el riesgo es que el apoyo a sus vecinos europeos tenga que ser mayor. También podría haber necesidad de fortalecer los bancos franceses si se ven afectados por la reestructuración soberana.
París debería añadir medidas poco populares a su ya severo plan de austeridad. El plan fiscal actual destaca sobre el papel, con el objetivo de reducir el déficit público en 56.500 millones hasta situarlo en los 92.300 millones este año. Sin embargo, de enero a junio casi no hubo cambios. La esperanza está en que sea solo una cuestión de coordinación entre ingresos y gastos. Con todo, el objetivo del déficit del 5,7% del PIB sigue siendo demasiado alto para un país enfrentado a cargas externas adicionales. Ir más allá sería abordar por fin el problema del caro sistema de administración local francés. Ningún presidente ha tenido la voluntad de hacerlo. Otro paso potencialmente productivo sería eliminar las exenciones del IVA.
Todo da a entender que un asalto en Francia es de gran importancia. Y así es como los votantes pueden verlo. Las elecciones presidenciales del año próximo se avecinan; Nicolas Sarkozy busca la reelección. En EE UU -como en otros países europeos-, esto puede suponer la falta de voluntad para implementar políticas necesarias, aunque impopulares, que condenen a Francia a más deuda, y a una rebaja en su calificación. La diferencia es que esto serían malas noticias también para el euro.
Por Ian Campbell.