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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Los mercados pasan factura a la economía

El Banco Central Europeo se sumó ayer a los pronósticos adelantados en los últimos días por organismos como la OCDE y el Banco de Inglaterra y auguró una desaceleración del crecimiento económico de la eurozona para los próximos meses. Aunque en este último informe de coyuntura la institución presidida por Jean-Claude Trichet confirma que el motor europeo perdió fuelle durante el segundo trimestre, el fuerte impulso de principios de año permite a la entidad estimar una previsión del crecimiento del 1,9% del PIB en 2011, dos décimas por encima de lo calculado anteriormente. Pese a esa mejora de perspectivas, el BCE ha sido muy claro al advertir que no es posible bajar la guardia en estos momentos y que la fuerte inestabilidad que está sacudiendo los mercados financieros en los últimos tiempos -el Ibex rebotó ayer un 3,56% tras nueve sesiones consecutivas en pérdidas- puede pasar una elevada factura a la economía real de la zona euro.

Con su aviso el supervisor se alinea con el diagnóstico que mantienen servicios de estudios públicos y privados. Todo apunta a que, más allá de constituir solo una tormenta de verano, las fortísimas tensiones que se están viviendo en los parqués en las últimas jornadas pueden erigirse en un iceberg capaz de quebrar en mil pedazos las expectativas de crecimiento de los países europeos. A ese severo riesgo hay que sumar otros elementos adversos, como es el caso de los adicionales incrementos de los precios de la energía, las tentaciones proteccionistas y la posibilidad de una corrección desordenada de los crecientes desequilibrios mundiales. En Fráncfort se ha vuelto a insistir en la apuesta por mantener los precios bajo control -con una política monetaria "acomodaticia"- y en la exigencia de que los socios de la moneda única culminen de forma efectiva sus deberes de consolidación fiscal.

Mientras desde Italia se han adelantado ya algunos de los detalles del programa de medidas de ajuste que ultima el Gobierno de Silvio Berlusconi -que incluye el establecimiento de un límite de deuda y un techo de gasto, la flexibilización del mercado laboral y una reforma fiscal- desde España se descarta la aplicación de nuevas reformas fiscales y se insiste en el convencimiento de que los ajustes pendientes de aprobación en el Consejo de Ministros del próximo 19 de agosto serán suficientes para alcanzar los objetivos de consolidación pautados para este año. En oposición a las dos subidas de tipos llevadas a cabo este año por parte del BCE, el candidato socialista a las próximas elecciones generales, Alfredo Pérez Rubalcaba, reclamaba ayer una bajada del precio del dinero por parte del supervisor, además de una moderación de salarios en el mercado laboral español y de los beneficios empresariales, entre otras medidas, para hacer frente a la crisis. También insistió en lo que es ya una demanda a voces: la urgencia de culminar la reforma del sistema financiero.

Si no cabe duda de la necesidad de que los socios comunitarios ahonden en sus respectivas políticas de consolidación fiscal, la puesta en práctica de esas medidas traerá previsiblemente consigo importantes daños colaterales para algunas economías de la zona euro. Es el caso de España, cuyo sector exterior -que se ha erigido, junto al turismo, como uno de los escasos motores que están tirando de la economía en esta crisis- depende en buena medida de las relaciones comerciales con sus vecinos comunitarios.

Si durante la primera mitad del año las exportaciones españolas experimentaron un crecimiento superior al 20%, los programas de recortes adicionales que preparan Francia, Italia o Reino Unido -que en conjunto acaparan el 33% de las ventas españolas en el exterior- permiten augurar que el saldo de los próximos meses será bastante menor. Con un consumo interior y una inversión bajo mínimos, la amenaza que se cierne sobre las exportaciones de España constituye un serio problema no solamente para las empresas, sino también para el conjunto de la economía. Diversificar los destinos geográficos de las exportaciones, un objetivo que hasta ahora no se ha conseguido, resulta por ello en estos momentos una estrategia cuya importancia no se puede subestimar.

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