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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El talón de Aquiles para hacer frente a la crisis

En una decisión de firme compromiso con la necesidad de estimular la economía del país, la Reserva Federal de EE UU (Fed) ha anunciado que mantendrá los tipos de interés en un rango del 0% al 0,25% hasta mediados de 2013. Es decir, que los asegura en la práctica al 0% por dos años, un aspecto este último que fue adoptado por siete votos a favor y tres en contra, mientras que la decisión de mantenerlos se tomó por unanimidad. La medida fue recibida ayer con júbilo en un Wall Street que había barajado la posibilidad de que el organismo anunciase también inyecciones de liquidez. La Fed no satisfizo esas expectativas, pero sí reiteró que continuará con su política de reinversión de beneficios de los bonos con vencimiento en su cartera y dejó la puerta abierta a la posibilidad de utilizar otras herramientas en el supuesto de que la situación económica continúe deteriorándose.

La intervención del banco central de EE UU coronó una jornada de fuerte inestabilidad en los mercados. Mientras el Ibex 35 cerraba en números rojos tras una jornada de extrema volatilidad, la mayoría de los parqués europeos lograban terminar la sesión sin pérdidas, impulsados por una apertura al alza de Wall Street. Pese a ello, una mirada a la evolución de la Bolsa germana, que se ha depreciado más de un 20% en apenas una semana, da una idea de hasta qué punto el contagio ha ido avanzando hasta instalarse en el mismo corazón de Europa. Aunque parece evidente que existe un porcentaje de volatilidad en los mercados directamente atribuible a la especulación, existen muchos elementos que apuntan a una crisis cuyas raíces son también de naturaleza estructural -tanto económica como sociopolítica- y cuya solución, por tanto, no puede basarse únicamente en parches temporales. En ese sentido, la reciente intervención del BCE sobre la deuda española e italiana -y el posterior anuncio de que pretende continuar con la compra de bonos de ambos países-, ha logrado con éxito su objetivo inmediato, relajar la presión sobre la deuda de ambos Estados, pero no parece ser suficiente para devolver las aguas a su cauce.

Lo que comenzó como una tormenta de deuda soberana ha desembocado en las últimas semanas en un severo vendaval bursátil -alimentado por las oscuras perspectivas económicas tanto en Europa como en EE UU-, pero también se ha convertido en una profunda crisis política. Mientras en Estados Unidos la rebaja crediticia de S&P ha culminado el creciente desencuentro político entre demócratas y republicanos en un momento especialmente crítico para el país, en Europa se hace cada día más evidente la existencia de un déficit de gobernanza comunitaria y la ausencia de unos mimbres lo suficientemente fuertes como para mantener la cohesión de la eurozona. La desconfianza creciente entre los alumnos avanzados y los rezagados de la UE volvía a ponerse de manifiesto ayer mismo en forma de una nueva iniciativa que reúne todos los elementos del clásico caramelo envenenado. El ministro alemán de Economía, Philipp Rösler, propuso someter las 17 economías de la zona euro a pruebas de solvencia como fórmula para disipar las dudas que alimentan la inestabilidad de los mercados. Como él mismo reconoció, si bien un aprobado en esta suerte de test de estrés "mandaría una buena y clara señal a los mercados", un hipotético suspenso debería tener unas "consecuencias" que desde Berlín no han considerado oportuno -al menos, por el momento- clarificar.

En otro aviso a navegantes, desde las filas de la Unión Cristianodemócrata (CDU) y el Partido Liberal alemán (FDP), ambos miembros de la coalición de gobierno germana, se insiste en que España e Italia vendan sus reservas de oro para hacer frente a sus problemas de deuda pública y evitar recurrir a la ayuda de sus vecinos. Pese a que la vicepresidenta y ministra de Economía, Elena Salgado, ha recordado oportunamente que la deuda de España no es comparable a la de otros países europeos -cifró su montante en 680.000 millones de euros-, la enfermedad que sacude las economías comunitarias va más allá de los problemas de solvencia. En un momento de extrema gravedad como este, el talón de Aquiles de Europa es la ausencia de una unión económica y monetaria fuerte y sin rencillas.

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