La intervención del BCE, una medida temporal... y polémica
La decisión tomada el domingo por parte del Banco Central Europeo de retornar al mercado secundario de deuda ha dado oxígeno a las arcas españolas. La medida del BCE, aseguran los analistas, solo será temporal, y dependerá tanto de la firmeza del BCE como del papel de los países miembros a la hora de emprender iniciativas.
José Ramón Iturriaga, uno de los gestores más destacados de Abante Asesores, cree que esta es una "medida temporal hasta que se apruebe por parte de los parlamentos nacionales el Fondo de Estabilidad Financiera (EFSF)". En su opinión, la intervención del Banco Central Europeo era algo necesario, una "opción razonable", toda vez que apenas ha necesitado "enseñar la patita para que el mercado de la deuda se haya reordenado".
Otros ejecutivos van más allá y ponen metas a la iniciativa del banco central. El responsable de renta fija de HSBC, Steven Major, aseguró a Bloomberg que el BCE deberá seguir adquiriendo deuda para lograr que la rentabilidad de los bonos a 10 años de España e Italia baje por debajo del 5%, porcentaje a partir del cual los costes de financiación, a su entender, serán sostenibles. Los expertos de Unicredito, por su parte, calculan que el banco central deberá tener que hacerse con un 10% de la deuda total en unas 30 semanas para lograr efectos satifactorios y duraderos. Algo costoso de alcanzar, toda vez que entre España e Italia tienen emitida deuda por 2,4 billones, el doble que Alemania.
Diversos analistas europeos consideran que la estrategia emprendida por el BCE es "muy arriesgada". Es la opinión de Charles Diebel, responsable de estrategia de banca corporativa de Lloyds Bank. "El BCE ha de estar muy implicado para que funcione a largo plazo". Algo que, precisamente, no parece ser el caso en el seno de la institución financiera. Las dudas provienen, sobre todo, desde desde el poderoso bando alemán. Tanto el presidente del Bundesbank, Jens Wiedmann, como su economista jefe, Jürgen Stark (apoyadas por los representantes de Holanda y Luxemburgo), se mostraron en contra de esta decisión, aseguran fuentes cercanas. Según Le Monde, hizo falta la presión conjunta del presidente Nicolas Sarkozy, la canciller Angela Merkel y del propio Jean Claude Trichet para que Wiedmann diese su brazo a torcer.
En Alemania se han mostrado críticos con Trichet. Y con Angela Merkel. Hoy ha sido el turno de buena parte de la coalición de Gobierno. El lunes fueron analistas y expertos en periódicos como Frankfurter Allgemeine Zeitung o Süddeutsche Zeitung. El martes fue el turno del exconsejero del BCE y del Bundesbank, Otmar Issing, quien criticó en las páginas del Financial Times la medida del organismo, asegurando que esta decisión rompe las reglas sobre las que se ha basado el éxito del euro y que va en contra de la unión política. Issing, incluso, se mostró en contra del Eurobono, dado que, a su juicio, liberaría a algunos países de sus responsabilidasdes presupuestarias. Otros analistas, además, advierten que insuflar tanto efectivo en el mercado secundario puede tener efectos secundarios como provocar un alza de los precios, la gran preocupación de la institución financiera.
Y es que la firmeza, y la unanimidad de criterio resulta fundamental en un mercado en el que los inversores internacionales han prefeccionado sus facultades para detectar cuándo flojea el BCE. O, incluso, cuando juega de farol. Como el pasado jueves 4 de agosto.
La experiencia, en todo caso, dicta que las compras de bonos por parte del organismo supervisor no son ni mucho menos un antídoto infalible para evitar las intervenciones. Fráncfort, de hecho, llevó a cabo compras masivas de bonos entre mayo de 2010 y marzo pasado. Ello no evitó que sucesivamente fuesen cayendo Grecia (en dos ocasiones), Irlanda y Portugal.
El Banco Central Europeo es consciente de esto, y ha reclamado hasta la saciedad (la última vez ha sido hoy mismo, en una entrevista de Trichet en Europe1), que los gobiernos han de hacer los deberes y recortar sus respectivos déficits. No en vano, según se han empeñado en afirmar varios analistas, los esfuerzos del BCE no servirán de nada si las economías de Italia y España no son capaces de demostrar que la solvencia no es un problema.
"En España faltan medidas que tomar desde el punto de vista estructural, más allá del punto de vista del déficit", recalca Iturriaga. "Más bien por el lado de la competitividad o de la reforma laboral". Y sentencia. "La crisis de deuda ha tenido un aspecto positivo: a obligado a los políticos a ponerse las pilas y a que hagan lo que tienen que hacer".