Reformas sin perder ni un minuto
El comisario europeo para Asuntos Económicos, Olli Rehn, definió el viernes en tres palabras la hoja de ruta a seguir para reconstruir la confianza en la zona euro: paciencia, resistencia y visión. Le faltó añadir una cuarta: reformas. Aunque hizo buen uso de ella al referirse a las dos economías europeas, Italia y España, que han llevado sobre sus hombros el grueso del acoso de los mercados los últimos días. Pese a reiterar por enésima vez lo injustificado de la presión sobre la deuda soberana de ambos Estados y volver a insistir en que ni uno ni otro necesitarán ser rescatados, Rehn recordó lo que a los dos les queda todavía por hacer. En el caso español, el comisario europeo alabó, también de nuevo, las medidas adoptadas hasta el momento por el Gobierno -con especial hincapié en el avance hacia la consolidación fiscal, la reestructuración del sector bancario, la reforma de las pensiones y del mercado laboral-, pero insistió con claridad y acierto en que todas ellas deben ser aplicadas con mano dura, sobre todo "a nivel regional", donde reclamó dos elementos que son especialmente importantes -y enteramente exigibles- en estos momentos: rapidez y decisión.
Pese a que el viernes España salió mejor parada en los mercados, sería ingenuo ignorar que el riesgo continúa al alza. El rumor de que el Banco Central Europeo o China estaban adquiriendo bonos españoles fue el responsable de la moderación de la prima de riesgo y del rebote del Ibex, que en el torbellino de volatilidad en que se mueven los mercados cerró con una leve pérdida del 0,18% -para completar una caída semanal del 10%, la peor desde mayo de 2010-, en contraste con las notables caídas del resto de los parqués europeos. Después de la torpe intervención el jueves del presidente del BCE, Jean-Claude Trichet, que ha sido criticada con dureza hasta por la vicepresidenta Elena Salgado, la prima de riesgo española vivió una jornada con el relativo alivio de ver cómo el foco del huracán se desplazaba a Italia -que ya ha acelerado sus planes de ajuste para calmar a los mercados- y elevaba la presión sobre Bélgica y Francia. La enorme volatilidad, sin embargo, no da lugar al optimismo ni permite bajar la guardia ante la semana que viene.
La rapidez y decisión a que ha hecho alusión Olli Rehn, en cualquier caso, no debe ser exigida únicamente a España e Italia, sino a todos los países e instituciones implicados en esta difícil coyuntura. En Europa es necesaria un actuación decidida y conjunta de todos los Gobiernos de la eurozona con el objetivo de agilizar la aplicación de los acuerdos adoptados el pasado 21 de julio por la cumbre extraordinaria de jefes de Estado y de Gobierno, unos acuerdos que Bruselas quiere poner sobre el terreno "en semanas". También resulta imprescindible disipar cuanto antes las crecientes dudas sobre el afán de cohesión y de gobernanza europeas, cuya persistencia alimenta los fuertes movimientos especulativos que explican, en parte, la tormenta perfecta que este agosto se ha abatido sobre los mercados. Desde Estados Unidos se presentan igualmente tareas importantes que asumir, con una economía en creciente riesgo de recaída y un dificultoso acuerdo sobre el techo de gasto que no parece haber contentado a nadie.
Las recomendaciones de Bruselas sobre la necesidad de que España siga adelante con las reformar se han visto respaldadas por una nueva hornada de indicadores negativos. El dato preliminar del crecimiento que adelanta el Banco de España ha confirmado que la ya anémica recuperación pierde fuelle. Una vez más, ha sido el sector exterior el responsable de que el débil motor no se ahogue del todo, pese a que las exportaciones se enfrentan al riesgo creciente que supone la contracción del consumo y de la inversión en el conjunto de la economía mundial. El organismo supervisor ha vuelto a reclamar en su análisis una "pronta y ambiciosa" culminación de las reformas emprendidas en materia fiscal, laboral y financiera con el doble objetivo de reducir la incertidumbre y fortalecer el crecimiento. Un crecimiento, que a la vista de los últimos indicadores, difícilmente podrá alcanzar las previsiones de cierre de año que el Gobierno insiste en mantener. A día de hoy no hay duda de que el pulso del Ejecutivo debe centrarse en apurar unos deberes que no pueden esperar más.