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Columna
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In extremis

Los mercados globales han entrado en pánico. El acuerdo sobre el techo de deuda de EE UU no les ha tranquilizado. Los bonos públicos se encuentran en máximos de vértigo. El oro y el franco suizo han llegado a nuevos récords, obligando a las autoridades helvéticas a intervenir. Puede que los japoneses actúen también pronto para detener la subida del yen. Todo refleja una máxima aversión al riesgo.

El temor de los mercados es que se produzca una vuelta atrás de la economía mundial. Ese riesgo debe ser tomado en serio. El crecimiento de EE UU es anémico. La crisis de la zona euro ha empeorado. Italia y España están bajo presión a pesar de un segundo rescate a Grecia, y son demasiado grandes para ser rescatadas. Europa cuanto más tensiona su fiscalidad, mayor es el riesgo de que el crecimiento será lento incluso en el núcleo franco-alemán.

Los datos también apuntan a una desaceleración industrial en China. El motor de crecimiento chino-estadounidense puede estar estancándose.

Pero los temores macroeconómicos puede que sean exagerados. No todas las señales de EE UU son pesimistas. Las reclamaciones de desempleo han descendido al mínimo de tres meses. El crecimiento mundial puede haberse visto dañado por el desastre japonés, y el asiático se ha mantenido firme a pesar de la subida de la inflación.

En cualquier caso, si continúa el descenso en los mercados de valores, la Fed podría preocuparse. La amenaza indirecta a la recuperación económica es la razón por la que la Reserva Federal podría mostrarse reticente a una tercera ronda de flexibilización cuantitativa. Pero la impresión de dinero ha demostrado ser una potente, pero mixta, fuerza en los mercados. Aunque no es el camino que quiere tomar la Fed. Por ahora lo mejor política es la paciencia. El crecimiento global llegará, aunque los mercados tienen que creer en ello.

Por I. Campbell y W. Arnold

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