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"The game is the game"

"The game". El juego. Como narra la extraordinaria (y siempre insuficientemente recomendada) serie de televisión The Wire, en el ecosistema de las calles de Baltimore todos, narcotraficantes, policías, abogados y políticos, conocen el juego y, como dice Omar Little en un capítulo, "o juegas o juegan contigo". Plantearse si tiene sentido, si es justo o si se puede cambiar es perder el tiempo. Solo se trata de conocer las normas y de jugar las pocas o muchas bazas que cada uno tiene para intentar sobrevivir.

Los mercados son otro juego que, como el de Baltimore, es el mismo que siempre ha sido. A España le toca el papel de víctima y, como a los personajes que viven en la calle, no le sirve de mucho hacerse preguntas. Como, por ejemplo, por qué si el Reino Unido tiene más déficit público que España (10,2% del PIB en 2010 frente a 9,2%), más deuda (80% contra el 60%) y registran crecimientos igual de míseros (0,2% en el trimestre), la deuda británica cotiza en el 2,7% y la española en el 6,3%.

La pregunta, obviamente, tiene respuesta. El Reino Unido tiene moneda propia que podría devaluar yun banco central que puede intervenir, mientras que España está atada al euro y depende de una autoridad monetaria con sede en Fráncfort.

Culpar desde España al pueblo alemán de nuestras miserias es, en todo caso, tan injusto como creer, desde Alemania, que el Sur de Europa se ha ganado a pulso estar al borde de la quiebra. Es el juego. Hay un problema en la arquitectura del euro que los políticos, más que solucionar, han agravado con sus dudas y rencillas. El mercado ha visto que solo se ponen de acuerdo a regañadientes cuando la situación es extrema, por lo que tiene vía libre para persistir en sus ataques a España e Italia. Para hurgar en la herida, buscando un nuevo umbral de dolor de la UE.

Es una operativa sencilla, prácticamente carente de riesgo. Cuando Europa empieza a convocar cumbres extraordinarias para que los políticos hablen se pueden cerrar las posiciones bajistas contra España, a la espera del "acuerdo para salvar el euro". Pasada una semana, se puede volver a insistir. El positivo pacto del Eurogrupo ha dejado a los mercados varios meses (lo que tarda en aprobarse en los Parlamentos) para jugar. Posiblemente este agosto alguien tendrá que cancelar vacaciones y convocar una cumbre europea, quizá para ampliar el tamaño del EFSF... Más de lo mismo. El compromiso político con el euro es escaso, y los movimientos predecibles. Eso es margen para especular. Con el BCE, todavía más de lo mismo. El programa de compra de bonos se aplica con cuentagotas, dado que su mismo nacimiento supuso un terremoto político (siempre la política) en Fráncfort.

Una autoridad monetaria comprometida no actuaría pasito a pasito; trataría de sorprender al mercado con una intervención de compra de deuda masiva, con nocturnidad y alevosía, que destrozase la cartera de los especuladores en pocas horas. Solo así éstos se lo pensarían dos veces antes de volver a atacar a la deuda periférica, por muy quebrada que esté Grecia. No es cuestión de razones, argumentos o cifras, sino cuestión de dinero. The game is the game.

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