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Tribuna
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A las urnas: la crisis vence al Gobierno

No había otra salida, no la había, por mucho que el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, se hubiere empeñado en agotar su segunda legislatura. Perdida la capacidad de acción, la agenda del Gobierno y, sobre todo, el coraje y la audacia para emprender duras reformas, se da por concluida aquella y con la misma se cierra un ciclo político. El presente no es magnánimo ni benigno en su valoración y balance de estos tres años y medio últimos de José Luis Rodríguez Zapatero.

El futuro disipará con su evaluación y valoración definitiva resistencias y criterios. Se había instalando en un abismo personal y político, desesperadamente solo, abandonado por los suyos, hacia una deriva irreversible.

La mejor opción que tenía era el adelanto electoral. No había otra so pena de ahondar aún más al país en una ciénaga de incertidumbre, de precipicio y amenaza de intervención. El mismo día que anuncia el adelanto las agencias de calificación devalúan el riesgo y la situación de España. No hay nada más que el presidente pueda hacer y sí, tal vez, deshacer. Que sean otros, que lo intenten otros y que asuman esos riesgos y esas dificultades angostas, duras y complejas.

Había perdido Rodríguez Zapatero además el apoyo de los suyos, su distanciamiento con Ferraz, con sus propios ministros y con la sociedad. æpermil;l lo anunció justo ahora hace un año, cuando en su férrea pero claudicante decisión y voluntad política de agotar la legislatura decía que haría lo que fuere y "cueste lo que me cueste" para remontar y frenar esa crisis que con tanto ahínco negó, ocultó y relativizó en lo que será una de las grandes rémoras y fracasos de su gestión de Gobierno.

Al final, ni siquiera hubo el comunicado definitivo de la banda terrorista de cese total y abandono de la violencia. El coste político que ha asumido y asumirá José Luis Rodríguez Zapatero será una carga demasiado onerosa y gravosa. Con él se cierra una etapa y un ciclo personalista del poder que ha concluido con una pasmosa soledad y aislamiento del mismo. Sin recuperación y sin horizonte. Con una crisis profunda y terrible y con casi cinco millones de desempleados. Sin rumbo fijado.

Perdido todo apoyo, tanto en el partido como en la sociedad civil, con un impenitente clamor por todas partes de convocar cuanto antes elecciones legislativas, y consciente de que su permanencia en Moncloa era más perjudicial que beneficiosa para su partido y su sucesor ungido, Alfredo Pérez Rubalcaba, de nuevo, se ha rectificado y desmentido a sí mismo y anuncia lo inevitable y necesario, adelanto electoral fuera del calendario previsto para marzo de 2012. Solo él tenía esa competencia. Y por el camino se quedan promesas y discursos, negativas e incoherencias. Más de una docena de proyectos de ley se quedan en trámite y veremos si en las primeras semanas cabe aprobar algo antes de que definitivamente se suspendan las sesiones. El 26 de septiembre se convocarán elecciones para celebrar el 20 de noviembre.

A partir de ahora las maquinarias partidistas y estrategias electorales inician un ritmo frenético. Dos candidatos que no son nuevos, aunque uno sí, a la presidencia del Gobierno tratarán uno de fustigar al otro en base a haber sido miembro del Gabinete del Zapatero y el otro en omitir toda referencia a esa pertenencia. A partir de ahora el presidente es un presidente en funciones aunque de iure hasta la celebración de las elecciones no lo es. Todo puede pasar. El CIS reduce a la mitad en apenas un mes la ventaja que Rajoy llevaba. Es difícil que pierda las elecciones, pero también que las gane por mayoría absoluta. No les arrendamos las ganancias a ninguno de los candidatos.

Salir de la crisis, reactivar y reconfigurar el modelo productivo, recuperar mínimamente el Estado del bienestar perdido, extraer y sacar conclusiones de esta crisis y sobre todo racionalizar y dotar de eficiencia al Estado y las instituciones es un reto colosal, un reto para el que el presidente Zapatero no estaba preparado ni quiso ni pudo afrontar. Sufrió la imagen distorsionada de un reflejo sobre un espejo que el mismo quiso poner ante la realidad. Se equivocó y con ello lastró a un país entero. Solo el futuro le hará un verdadero y objetivo juicio. El presente lo termina de hacer, a las urnas. Que el pueblo hable.

Por Abel Veiga Copo. Profesor de Derecho Mercantil de ICADE

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