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Columna
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Cortar las críticas

Mientras que la economía británica se desacelera, la evaluación económica del primer ministro, David Cameron, está bajo fuego. Su asociación con Andy Coulson, ex director de News of the World, salpicado por el escándalo, es enconada. Su peor problema es el persistente bajo crecimiento -0,2% del PIB en el segundo trimestre-. Las críticas de la oposición radican en que el crecimiento se atrofia por los recortes de gasto público. Pero el problema de Cameron, con Coulson y la economía, es que es demasiado suave. Si Cameron hubiera efectuado recortes más duros y más pronto habría tenido ahora más espacio para ayudar a la economía.

El gasto del Gobierno británico no ha disminuido en absoluto. Se ha incrementado un 3,5% entre abril y junio respecto al año anterior. Parte del problema es que Cameron ha expresado su amor por el Servicio Nacional de Salud y su apego a sus incrementos en el gasto -con dos consecuencias desafortunadas para la salud económica-. La primera de ellas se traduce en que el propio ajuste fiscal no va bien. Los ingresos aumentaron un 4,6% de abril a junio gracias a la recaudación del incremento del IVA del 16,9%. Pero con los gastos continuando en ascenso, los préstamos al Gobierno no disminuyen. Y la segunda consecuencia poco sana es que la falta de recortes ha dejado sin espacio a Cameron para actuar. Recortar los impuestos para los menores ingresos, podría aliviar la pobreza e incrementar el consumo. Pero el Gobierno tendría que ahorrar en otra parte.

Podría haberse hecho más si Cameron hubiera efectuado más recortes. La timidez es ahora su mayor riesgo. Si flaquea, Reino Unido podría pagar rápidamente un precio en el rendimiento de bonos. El mayor desafío británico es alejarse del "desastroso auge y estallido", como el primer ministro lo ha descrito. Para lograrlo, Cameron debe reforzar los recortes y armarse de valor, no perderlo.

Por Ian Campbell

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