Vale una libra
Los nuevos patrocinadores extranjeros del Banco de Irlanda (BoI) no han tomado mucha Guinness. Irrumpir en el banco de un país donde los rendimientos de la deuda están al 15% sugiere haber tomado la decisión bajo sus efectos. Pero el grupo aún sin nombre de inversores institucionales podrían saber de qué va la cosa.
Salvo contratiempos de última hora, el BoI recibirá 1.100 millones de euros. Esto es, una buena proporción de los 2.000 millones que necesita para pasar las pruebas de estrés a las que le sometió el banco central en marzo -el Gobierno tendrá un 32%, mientras que los nuevos inversores hablarán por un 37%-. Es un notable voto para Irlanda, aturdida aún tras el rescate de la zona euro y el FMI. Pero el BoI también es un atractivo juego de recuperación. Tras la nacionalización de Allied Irish Banks y la marcha de la mayor parte de jugadores internacionales, tendrá una posición dominante en el mercado. Y es lo suficientemente fuerte para tragar un recorte del 40% de su deuda soberana irlandesa.
La gran salvedad es la financiación. La ratio de préstamos-depósitos del BoI alcanzó el 180%. Aunque el banco prevé reducirlo al 120%, sus credit default swaps cuestan todavía más de 1.000 puntos básicos. También sigue siendo un gran consumidor de la asistencia de liquidez del BCE para las desventuradas entidades periféricas que no pueden pedir prestado en el mercado. La dependencia del BoI del BCE no cambiará hasta que caiga la financiación soberana irlandesa. Pero mientras esto puede llevar años, el acuerdo de la zona euro sobre Grecia el pasado 22 de julio supone una fuente de optimismo. Reduce los costes de financiación en la mayoría de su propio plan de rescate al 3,5%, e implica que la zona euro va a intervenir para evitar futuros defaults desordenados. A diferencia de Grecia, la deuda irlandesa no debería alcanzar un máximo del 120% del PIB en 2014, según el FMI. Lo que hace que los políticos conserven su credibilidad, los nuevos amigos del BoI pueden terminar pareciendo listos.
Por George Hay