Opereta Brechtiana a la gallega
"Cuando se ve que nuestro mundo actual ya no cabe en el drama, entonces resulta que el drama ya no cabe en este mundo". Bertolt Brecht se inventó un nuevo género teatral cargado de ideología, pero también de ingenio, humor y, por qué no, deleite.
La Opera de los tres reales, estrenada en el polvorín de la República de Weimar en 1927, es uno de sus máximos exponentes. La propuesta escénica del Centro Dramático Galego se ciñe a los postulados de ese teatro épico y por encima de todos, al efecto de distanciamiento: la acción sobre las tablas es una representación, un espectáculo y no una sublimación de lo real. Pretende alentar al análisis crítico del público ante lo que está presenciando, más allá de cualquier empatía catártica o sentimentalismo. "El mundo es bueno, el hombre no", repite, en gallego subtitulado el castellano, el estribillo de una de las canciones.
La escenografía sobria y fría (suelos, escaleras y barandillas de metal) que propone el montaje actual también se ajusta a la norma. Que ninguna ornamentación superflua distraiga del experimento analítico. Los actores representan el personaje sin identificarse con él. El vestuario es histriónico, casi un disfraz y la interpretación es exagerada, híper gestual. Tanta ortodoxia brechtiana quizá provoque una cierta sobreactuación de alguno de los actores. Como la Señora Peachun, la esposa del "Rey de los Mendigos". O de Tigre Brown, el comisario de la ciudad y viejo amigo del protagonista, Makie Navaja, interpretado con empaque por Luís Tosar, que tal solo flaquea en su faceta de cantante.
Kurt Weill, colaborador habitual de Brecht y autor de la partitura, exigía que fueran cómo mínimo siete instrumentistas quienes formaran la orquesta. En la actual versión son ocho músicos que se reparten 20 instrumentos, donde predomina la sección de vientos (saxo, flauta, clarinete, trompeta...). Couplets, foxtrot, tangos o música litúrgica pasan por la excelente batidora del director musical, Diego García Rodríguez y sus ocho compinches. El director escénico del montaje, Quico Cadaval, define la obra como fragmentaria, caníbal, descarnada, superficial, descarada, "un espejo del siglo XX". Y formalmente, un pastiche de cabaret, folletín romántico, expresionismo, novela negra, surrealismo, y sobre todo opereta. Todo, subgéneros culturales tan burgueses como decadentes. "¿Qué es peor robar un banco o fundar un banco?", se pregunta retóricamente Makie Navaja.
Donde: Teatro Fernán Gómez, Sala Guirau
Cuando: Del 21 al 31 de julio
Cuanto: 22 euros