Europa apuesta por más Europa
La zona euro rompió ayer esa especie de maleficio que pesaba sobre el futuro de la moneda única. Y que no era otro que las dudas sobre la cohesión de los 17 países embarcados en un proyecto de soberanía compartida sin precedentes en la reciente historia de Occidente. El Gobierno de Berlín sembró esa incertidumbre hace 18 meses cuando propuso como respuesta al descalabro fiscal de Grecia que ese país recuperara la dracma o fuera sometido a un brutal castigo político y económico. Los inversores apreciaron, y con razón no solo con interés especulativo, una peligrosa fisura en la Unión Monetaria. Y fue entonces cuando comenzaron a deshacerse primero de bonos periféricos (griegos, irlandeses y portugueses) para acabar asustándose también ante el supuesto riesgo de impago en países tan solventes como Italia, España e incluso Francia, con lo que desataron una suerte de tormenta perfecta en los mercados, singularmente en el de la deuda soberana.
El desafío a la supervivencia del euro alcanzó el paroxismo la pasada semana con turbulencias bursátiles casi generalizadas y llamadas desesperadas desde el otro lado del Atlántico, tanto desde la Casa Blanca como desde el Fondo Monetario Internacional (FMI), a una solución definitiva a la crisis europea.
Esa respuesta llegó ayer en forma de un acuerdo del Eurogrupo que no solo aprueba el segundo rescate de Grecia, sino que da también una respuesta estructural a los problemas de la Unión Europea puestos al descubierto por la crisis. Los jefes de Estado y de Gobierno de la zona euro han optado por intervenir en varios frentes. Por una parte, aumentando los préstamos a Grecia, pero con unas condiciones especiales, rebajando el tipo de interés y alargando el plazo de devolución. La medida no acaba ahí, dado que se aplica a las condiciones de los préstamos del primer plan de rescate griego y se hacen extensivas a los concedidos a Irlanda y Portugal. Una segunda línea de acción consiste en la compra de deuda griega con diversas alternativas y que permiten una importante intervención del sector privado, siempre con carácter voluntario.
El tercer eje, pero sin duda el más importante de cara al futuro, es que la zona euro flexibiliza el fondo de rescate para convertirlo en un verdadero instrumento de solidaridad y de intervención en el mercado sea cual sea el país en apuros. No para enfrentarse a supuestas conspiraciones inversoras, sino para demostrar a todos los agentes que la Unión Monetaria no permitirá la caída de ninguno de sus socios. El acuerdo pone las bases de una Europa más potente y unida, más sólida. Y de ahora en adelante, todos los países tienen la obligación de hacer los deberes, porque si una cosa ha quedado clara en esta crisis es que siempre se necesita más Europa.