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Un rey indignado

Los reyes reinan, pero no se indignan. Salvo que su país lleve, como en el caso de Alberto II de Bélgica, ¡403 días! sin un gobierno con plenos poderes (desde las elecciones del 13 de junio de 2010). El rey de los belgas ha aprovechado su discurso en el día de la Fiesta Nacional (hoy, 21 de julio) para fustigar a una clase política que lleva 13 meses largos negociando una coalición gubernamental.

El discurso fue pronunciado anoche ante las cámaras de televisión y repetido esta mañana en las emisoras de radio. El monarca ha sorprendido a su país con un vocabulario y un lenguaje gestual de inusual dureza.

"Si esta situación continúa mucho tiempo, podría afectar de manera negativa y muy concreta al bienestar económico y social de todos los belgas", se indigna el rey. Y con algún golpe en la mesa incluido, enciende todas las alarmas, desde una alusión al peligro de que Bruselas pierda su condición capital europea hasta al riesgo de que las opciones políticas más populistas socaven la democracia.

Quizá la propia intervención del "rey sin país", como le han definido, sea el principal síntoma del deterioro político de Bélgica y de que los partidos van con el paso cambiado. Albert II, a quien se atribuye un gran deseo de pasar la corona a su hijo Felipe y marcharse de palacio con su reconquitada Paola, se ve obligado a llenar un vacío de poder electo que nadie acaba de llenar.

Foto: Obra de Ettiene Bossut, en el Atelier 340, (B. dM., julio 2010).

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