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Columna
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Loco por Helaba

Helaba se marchó en un ataque de rabia. Parece que el banco regional alemán fallará la prueba de estrés tras una disputa sobre el capital. Pero al suspender públicamente el examen, la entidad ha anunciado que bloqueará a su propio regulador la publicación de cualquiera de los detalles de apoyo. Eso son malas noticias por todas partes.

Helaba iba siempre a tener problemas con las pruebas de la Autoridad Bancaria Europea (ABE), que requiere a los bancos mostrar una ratio de capital Tier 1 al menos de un 5% tras la crisis. Excluyendo la llamada participación silenciosa la ratio de Helaba está por debajo del 5%, incluso antes de asumir una grave recesión.

La cuestión clave es si las participaciones silenciosas podrían contar como capital. En ese caso, el banco tiene motivo para sentirse agraviado. En abril, los propietarios acordaron convertir estas participaciones en capital, permitiendo a Helaba aumentar su core capital Tier 1. Ahora, el prestamista afirma que la ABE ha dicho que no contarán. La ABE se niega a hacer comentarios.

Sin embargo, Helaba no debería lanzar los juguetes fuera del carrito. Su pelea con la ABE es en realidad sobre los plazos. Incluso con un suspenso, conocer los datos habría confirmado que la conversión de las participaciones silenciosas le habían dado un colchón cómodo.

El banco podría temer que los inversores se fijen solo en el fracaso. Pero Helaba tiene muchos fondos garantizados por el Gobierno que no deberían verse afectados al publicar los resultados. Bloqueando los datos, Helaba en realidad puede aumentar la incertidumbre.

La pataleta de Helaba es mala también para Alemania. Los reguladores del país ya han arremetido contra la ABE por requerir un nivel de información que consideran un riesgo, y han fallado de forma considerable a la hora de presionar a Helaba para que no deje de realizar las pruebas. El riesgo real es que los inversores continúen creyendo que los bancos regionales alemanes están en peligro. Todas las partes deberían esperar que no haya más boicots.

Por George Hay

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