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Columna
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Está sonando un 'summertime blues'

La zona euro entra en un momento crítico -una vez más-. Las turbulencias en los mercados han llevado a los líderes europeos a buscar una solución global para Grecia. Con todo, un acuerdo final podría requerir la aprobación de los parlamentos de algunos países, lo que podría llevar un tiempo. Lejos de tranquilizar a los inversores, los resultados de las pruebas de estrés pueden aumentar el nerviosismo.

La buena noticia es que los líderes europeos están mostrando un renovado sentido de la urgencia para terminar de definir un plan para Grecia. Hace unas semanas, algunos miembros del euro, especialmente Alemania, parecían pensar que se podía esperar hasta septiembre para un acuerdo. Pero el repentino aumento del diferencial de los bonos italianos supuso un recordatorio urgente de que los inversores no esperan.

Un acuerdo sobre Grecia está lejos de ser un hecho. Ahora parece que los miembros de la zona euro coinciden en querer que los inversores privados efectúen un recorte sobre su deuda helena -una visión también defendida por el FMI- como parte del segundo rescate. Pero ningún acuerdo es posible a menos que el BCE reduzca su oposición a cualquier plan que las agencias de rating consideren una quiebra. Y aún eliminando este obstáculo, algunos países necesitarán todavía garantizar algunos acuerdos legislativos. Lo que podría llevar meses.

El problema es que el sistema financiero europeo ya se tambalea. A pesar de que el alto nivel al que se encuentra el diferencial de las tasas interbancarias a tres meses está todavía por debajo del previo al colapso de Lehman Brothers en 2008, es un síntoma de la tensión creciente.

Una dinámica que ha elevado las apuestas sobre las pruebas de estrés que se publican hoy. Pero el examen no obligó a los bancos a asumir una posible quiebra griega. Lo que significa que cualquier rescate que implique un importante recorte supondría una prueba mayor que la diseñada por los reguladores. Los líderes europeos necesitarán actuar rápidamente y con decisión para evitar una crisis más profunda. Su trayectoria está lejos de ser tranquilizadora.

Por Peter Thal Larsen

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